sábado, 12 de julio de 2014

TALLERES SÍ, ISLA NUNCA.


No puedo evitarlo, pero cada vez que paso junto a esos terrenos la nostalgia de tiempos pasados me invade y me recuerda que, en esta Melilla nuestra, tenemos la desafortunada costumbre de dar oficialmente nombres a lugares que de toda la vida hemos conocido por otros mucho más apropiados. Valga como botón de muestra el denominar a “El Pueblo” como “La Ciudadela” ..... puro papanatismo.

En esta ocasión quisiera referirme al lugar que oficialmente se ha dado en denominar “Isla Talleres” cuando de toda la vida lo hemos conocido por “..los talleres de la Junta..” o simplemente “la Junta”. Por si a alguien le queda todavía alguna duda, la Junta siempre ha sido para los melillenses la Junta de Fomento, la Junta de Obras del Puerto, la Junta del Puerto o más recientemente -volvemos al papanatismo- la Autoridad Portuaria.

Originariamente dicho lugar se denominó Tarara, y cuenta nuestro Mir Berlanga que allí se estableció la artillería del sultán Sidi Mohamed Ben Abdalah durante el sitio de los Cien Días........

He conocido dicho lugar desde que tengo uso de razón, siendo por lo que allí había y por las personas que allí trabajaban, un lugar de esos que uno en sus recuerdos de la infancia consideraba como “mágicos”.

Mágico porque allí había de todo: un maquinaria impresionante que, cuando estaba parada y asegurada, uno podía manipular simulando no sé bien cuantas aventuras y emociones, restos de embarcaciones, anclas, ojos de buey, timones, ... y hasta en una época un trenecito que parecía de juguete,... Aunque a mí, por entonces un niño de pantalón corto, me atraían personalmente dos cosas: la pequeña casetilla que hubo en la entrada y, sobre todo, la campana que anunciaba las entradas y salidas de los trabajadores..... y en ellos, precisamente en ellos, radicaba otra de las magias.

Aquellos hombres sin apenas cultura o formación oficial no eran mecánicos, maquinistas, electricistas o carpinteros ......... aquellos hombres eran ARTISTAS de su oficio, capaces de arreglar o crear todo lo que fuese necesario en unos tiempos en que de lo que menos se disponía era de medios materiales o económicos. Sus capacidades en estos tiempos tan tecnológicos, con tantos cursos y programas no tendrían parangón. Eran -son, que muchos de ellos todavía viven- gentes capaces de aprender sobre la marcha y solventar un problema de ausencia de piezas reciclando otras de maquinarias inimaginables usando simplemente un torno, una fragua, una lima o un serrucho y…. sus manos. Cuantas y cuantas cosas ví reparar, crear, .... reconstruir con bronce, hierro, acero o madera procedente de lugares de lo más variopintos. Una labor apenas reconocida, mal pagada.....que hoy no tendría precio para las empresas más punteras.

Vaya mi homenaje más sentido para los “Joseíto”, “El Cartagena”, el “Tío” Emilio, Pedro “El Turco”, Juan Hernández, “El Coca” ( tío y sobrino), Diego “ El Gitano”, “El Mudo”, “El Faratabaile”, Sorroche, los hermanos Lima, el “Raya”, Campoy, Marmolejo, ......... o los tres hermanos Fernandez: “El Maño”, Manolo y Vicente..... y tantos otros cuyos nombres fallan en mi memoria aunque no sus palabras, sus caras o sus manos.... esas con las que me hacían de un trozo de madera o de un hierro viejo un juguete con el que yo disfrutaría durante horas. Quienes los conocieron podrán siempre decir que iguales en su trabajo puede que los hubiera ........ pero mejores no.


Aquellos hombres sufrieron años muy duros de penuria económica y de trabajos agotadores. Había que terminar de construir nuestro puerto, que mantenerlo, modernizarlo y hacerlo próspero para toda la ciudad, en definitiva, crear una nueva Melilla. Hoy convendría recordar las viejas y vetustas grúas de vapor, la carga de las naranjas o del plomo, las rampas de los correos,.... pero, sobre todo, recordar los temporales de levante, recordar aquella Grúa en la playa... o más recientemente aquella flamante flotilla de fragatas a punto de irse a pique dentro de nuestro puerto y que gracias a labor sacrificada de sus tripulaciones y de un número importante de trabajadores de aquella Junta del Puerto, que no dudó en embarcarse voluntariamente en las mismas para cumplir con algo que hoy tal vez no se entienda bien, SU DEBER, se salvó y pudo participar en los años siguientes en importantes misiones de paz para gloria de nuestra Patria y de su Armada. Por aquellos hechos no cobraron una sola peseta y mira que las necesitaban, aunque por una vez recibieron la felicitación del Ministerio de Defensa y del Mando de la Flotilla que les regaló unos preciosos pillacorbatas que todavía portan con orgullo.

Por todas estas cosas, siento pena cuando leo “Isla Talleres” porque si hay algo que aquello nunca fue es, sin duda, una “isla”; sus puertas siempre estuvieron abiertas para todo aquel que pudiera necesitar de sus servicios, de sus recursos, o incluso durante una época de su magnífico local social o su pista polideportiva, sus gentes nunca dijeron no a la más mínima solicitud de ayuda o colaboración y de ello pueden dar fe cientos de melillenses desde el Ayuntamiento al Club Marítimo, desde el Aeropuerto a la Comandancia General, desde las Cofradías a las asociaciones de vecinos,......

Por otras muchas cosas, siento también pena cuando leo sobre los posibles escándalos, las posibles manipulaciones o chanchullos, o el proyecto de construir allí pisos de lujo o un centro comercial...... en una zona que siempre estuvo al servicio de Melilla y de los melillenses. ¿Acaso no había, no hay, cosas más importantes que construir allí?... ¿cosas que -como la biblioteca - siguieron prestando un servicio para todos....? Y es que cada día parece más que los políticos en vez de resolvernos los problemas se dedican a crearlos.....

Y termino tomándome una pequeña licencia, contar un pequeño privilegio del que me siento profundamente orgulloso: mi padre y mis tíos fueron trabajadores de esa querida Junta del Puerto.

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