sábado, 12 de julio de 2014

EL ANCLA


Según la R.A.E., ancla es un “instrumento fuerte de hierro forjado, en forma de arpón o anzuelo doble, compuesto de una barra, llamada caña, que lleva unos brazos terminados en uña, dispuestos para aferrarse al fondo del mar y sujetar la nave” o, en segunda acepción, una “pieza de metal duro que se pone en el extremo de un tirante para asegurar la función de este, y en general cualquier elemento que una o refuerce las partes de una construcción”.

Manuel siempre decía “..las anclas traen suerte..”. Tal vez por esta razón llevaba un ancla tatuada entre los dedos índice y pulgar de su mano izquierda , “..como es costumbre entre los que somos maquinistas navales..con diploma y carnet de la Marina Mercante..” del que se sentía no poco orgulloso pues en el dorso de su carnet decía: “Se ruega a las autoridades civiles y militares ayuden al titular en el desempeño de sus funciones”, ahí es “na” en aquella época de jerarcas y autoridades que a la mínima de cambio te soltaban aquello de “no sabe Vd. con quién está hablando”.

Cuando Manuel hablaba a la familia y los amigos de las anclas tocaba callar, escuchar y aprender. Primero, por obligación, que cuando aquella mezcla equilibrada de navarro-aragonés-melillense decidía ejercer de autoridad pocas cosas podían pararla. Segundo, por respeto, que donde manda patrón no manda marinero. Y después …. por interés, por admiración y por devoción.

Para Manuel hablar de las anclas era hablar de honradez, de honor, de lealtad, ... y de valentía y sacrificio cuando hiciera falta. Y todos sabíamos que no hablaba porque si sino porque así lo había aprendido de sus padres y así lo había vivido y demostrado siempre. Nos contaba que lo mismo que el ancla une y sujeta al barco e impide que éste vaya a la deriva, todos los hombres teníamos un ancla que hacía lo propio con nosotros. Nos decía que desde el portaaviones más grande y sofisticado hasta el más pequeño bote de un pobre pescador, necesitaban de un ancla y que si ésta no tenía suficiente calidad y eficacia, la nave terminaría por ir a la deriva con el menor temporal ...Igual pasaba con los hombres, que si “nuestra ancla” no tenía los suficientes valores sucumbiriamos fácilmente a cualquiera de los llamados pecados capitales, hoy tan extendidos en nuestra sociedad, y nuestro barco de la vida terminaría yendo a la deriva ante la menor de las brisas …..

Hoy, en estos tiempos de Facebook, Twitter, Tuenti,.... que nos tienen embotados ante una pantalla de teléfono, tablet u ordenador; cuando nuestros únicos valores se limitan a “poseer muchas cosas” inútiles casi todas ellas; cuando los padres se sientan a la mesa y apenas si hay conversación entre la familia o ésta se limita a una o dos palabras por frase como máximo; cuando los medios nos presentan con un aire chulesco, soberbio,... a unos miserables que se han quedado con el dinero de todos y, sobre todo, de los que más lo necesitan; cuando nuestro modelos de vida suelen ser personajes incultos, zafios e ignorantes del mundo de la farándula con méritos conseguidos casi exclusivamente a base de escándalos de bragueta; cuando se piden “amnistías” - y lo que es peor, se dan- para asesinos, violadores o ladrones de guante blanco; cuando las desigualdades sociales son cada vez mayores sin viso de que esto se arregle; cuando un investigador o un científico eminente se tiene que marchar de España o no hay dinero para salud y educación pero se pagan cantidades astronómicas a futbolistas a través de paraísos fiscales ante el aplauso complaciente de sus hinchas;.... precisamente hoy, necesitamos unas anclas de calidad, grandes y de acero forjado en los mejores hornos de la vida. Hoy necesitamos gente con anclas que ni el peor de los temporales sea capaz de arrancar,.... y es que hoy, tal vez más que nunca, necesitamos aferrar nuestras naves a un buen ancla.

Manuel, tenía muchísimas fotos en blanco y negro con anclas y hasta alguna en color. Los muchos años que pasó como maquinista naval de aquella Grúa Melilla de 80 Tm construyendo con sus compañeros el puerto de Melilla le dio la oportunidad de fotografiarse con muchas de ellas. Cuando al final de su vida Manuel ya no reconocía casi nada, puse entre sus manos una pequeña ancla de plata vieja,... con ella jugueteo varios días mientras en su mente seguro que rememoraba “su” ancla, la que siempre tuvo en su vida, la que nos había regalado a nosotros, sus hijos, para que de su acero hiciésemos las nuestras.... Así sea.

Marzo, 2014

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