sábado, 12 de julio de 2014

MI AMIGO, EL "CHATO".



Por mucho que lo intente no alcanzo a recordar una época de mi vida en la que “El Chato” no estuviese cerca de mí. ……

Como referencia más lejana, a mi memoria viene el recuerdo de otra cruz, mucho más ostentosa, y a “El Chato” – que por entonces disponía de una nariz perfecta - de un color cobrizo monocromático. Pero un día, la cruz apolillada no soportó más su peso y dándonos un susto de muerte, se cayó al suelo quedando maltrecho y con la nariz aplastada…De ahí viene, obviamente, lo del sobrenombre de “El Chato”.

Como aquellos si que eran tiempos de reciclaje, más por obligación que por devoción, mi padre – agnóstico tirando a ateo que no cree ni en la religión católica “..y eso que es la única verdadera..” - se dispuso a arreglar aquel desaguisado … y a fe que lo consiguió, porque Manuel, que así se llama mi padre, será todo lo poco creyente que dice ser pero no les quepa la menor duda que Dios lo ha dotado de un don para, entre otras muchas cosas, arreglar, reconstruir o crear símbolos religiosos; como así pueden atestiguar los tronos y los cofrades que antaño iniciaban su recorrido de Semana Santa desde los talleres de la entonces Junta del Puerto, …. Cosas o caprichos del Señor que uno nunca llegará a comprender.

Pues como decía, mi padre reconstruyó la cruz haciéndola más humilde, más real, más sencilla, más propia del Cristo de los Evangelios y aprovechó la ocasión para dar a “El Chato” toda una gama de colores policromados que cuando estuvo terminado nos dejó a todos asombrados por la apariencia de realidad – o de irrealidad - que aquel Crucificado tenía. Lo único que no pudo – o no quiso - hacer fue recomponerle la nariz, alegando que él no era nadie para “.. hacerle la estética al mismísimo Cristo..”.

Durante años, aquel Cristo siempre estuvo en algún lugar de casa hasta que en una mudanza se quedó en un cajón de esos donde dejamos las cosas de las que no queremos desprendernos… aunque si olvidarnos. Los tiempos cambiaban a una velocidad vertiginosa y los símbolos religiosos desaparecían de las paredes de nuestras casas e incluso de muchas parroquias en aras de una modernidad estética. Cosas veredes, que diría el Sr. Cervantes.



Pasaron años sin que apenas me acordase de la existencia de “El Chato”, incluso reconozco que llegué casi a olvidarme de Él, …menos cuando venían dadas que siempre requería de sus servicios para que me echase una manita….. Tantas manitas me echó que un día me vi cumpliendo un sueño y, tras un destino en la Península y pasar por el servicio militar, me encontré ante mi primera clase en Melilla, ante el primer aula en cuya puerta aparecía mi nombre como profesor tutor. Y como no podía ser menos me dispuse a recomponer el aula a mis propios criterios y necesidades haciéndola lo más funcional posible…….

Si no recuerdo mal fue aquel el curso del 23 F y, por si las moscas, todas las aulas disponían del preceptivo retrato de S.M El Rey y la eterna Cruz preconciliar con años suficientes para haber visto y examinado a los “bisatatarabuelos” de los que iban a ser mis alumnos. Reconozco que aquella cruz me gustaba poco y para colmo de bienes una compañera estaba encaprichada de ella. Así pues, en un acto de “compañerismo y generosidad” no dudé lo más mínimo en “donarle” aquella cruz más propia de un retablo barroco que de un aula de niños, sustituyéndola por la de mi amigo “El Chato”……..Y desde entonces, siempre ha estado con mis niños, mis niñas y conmigo

A estas alturas, hemos pasado juntos en las aulas veintisiete añitos y cada curso ha sido inventariado como un elemento del aula propiedad del maestro. Todos los cursos he pedido permiso a padres, madres y alumnos para tenerlo en un rinconcito del aula y jamás nadie, fuesen cuales fuesen sus ideas, inquietudes o devociones religiosas me puso el más mínimo inconveniente; incluso durante estos años le han buscado compañía y gracias a la generosidad de mis niños y niñas ha tenido a su lado una estrella de David, una lámpara judía, una reproducción de la Kaaba traída desde la mismísima Meca así como una mano de Fatima……Dicen que a eso lo llaman interculturalidad…….y hasta alguno, con perdón, podría ver una “alianza de civilizaciones”.

Podría llenar cien folios con las anécdotas vividas por y con “El Chato”… pero he de reconocer que una me resulta especialmente entrañable. Fue hace cuatro cursos y me ocurrió estando trabajando con mi querido alumno J . Antes de nada quiero decir que J es de esos niños que sólo saben sonreír ……… tal vez porque desde que nació padece una parálisis cerebral que le hace ir en silla de ruedas…..y desde esa silla las cosas adquieren un valor que los que caminamos nunca llegaremos a comprender o alcanzar. Trabajaba yo con J aquella mañana un método de facilitación vocal con la ayuda de unas láminas cuando apareció la imagen de un joven conduciendo un quad que hizo que su rostro se iluminara mientras me decía alzando su voz más de lo normal: “ ¡un quad, un quad… como mola, como mola….!” a lo que respondí preguntándole si le gustaría subirse en uno. La respuesta fue demoledora: “…yo nunca podré subirme a un quad…” mientras dos enormes lágrimas caían sobre su rostro. Es en este tipo de situaciones cuando a uno no le sirven de nada los años de estudio universitario, las horas de lectura de los autores más renombrados, la experiencia acumulada,….pues antes que profesional uno es humano. Tal vez por esta razón miré a mi amigo “El Chato” y mientras me rebelaba interiormente preguntándole por qué J tenía que sufrir así, una voz que salía dentro de mí le dijo a J: “…..tengo un amigo, también Maestro, que tal vez cuando tú seas mayor te enseñará a subirte a un quad y conducirlo..”. Las lágrimas de J se convirtieron en una de esa sonrisas suyas capaces de iluminar por si mismas todo el aula y me preguntó: “…tu amigo Maestro es ese de ahí arriba, …el de la Cruz….¿verdad?... pues seguro que entonces alguna vez conduciré un quad….” No sé si J conducirá alguna vez un quad pero aquella mañana nuestro amigo “El Chato” nos dio a los dos la esperanza de que alguna vez sería así….y la ilusión de un niño con parálisis cerebral es un tesoro de un valor incalculable capaz de conseguir superar barreras que a los desgraciados “normales” nos serían infranqueables.

Ahora, parece ser, que nuestros políticos gobernantes me van a prohibir tener a “El Chato” en el aula, al menos de forma visible para todos; y uno que tiene el orgullo de pertenecer a la generación que sufrió y rompió con las imposiciones de la dictadura no puede menos que sentir el sabor amargo de la derrota de las libertades individuales ……..una derrota más, que tarde o temprano pagaremos.

Al parecer molesta más la presencia de símbolos religiosos que los fracasos estrepitosos y las muchas carencias de un sistema educativo diseñado por unos políticos que han decidido convertir la Educación en una secretaría más del “movimiento”, perdón, del partido. Que mi amigo “El Chato” los perdone, yo no sé si podré hacerlo.

Melilla, agosto de 2008

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