domingo, 12 de abril de 2020

DOMINGO DE RESURRECCIÓN

"Yo soy la resurrección y la vida; 
el que cree en mí,
 aunque muera, vivirá, 
y todo el que vive y cree en mí,
 no morirá jamás"
JUAN 11:25


En esta Semana Santa que hoy termina, una Semana Santa que nunca imaginé tener que vivir en las tristes circunstancias actuales, me vienen tantos y tantos recuerdos reconfortantes de otros tiempos que quisiera de alguna manera plasmarlos por escrito para que nunca me olvide de ellos. 





Recuerdo la noche del Sábado de Gloria cuando los chicos salían a la calle arrastrando latas y yo los miraba desde mi azotea junto a mis padres ¡Cuanto me hubiera gustado salir con ellos y hacer lo mismo ! Aún recuerdo que mi padre una de aquellas noches me preparó un cordel con unas cuantas latas de aquella leche de “Las 4 Vacas” – condensada y azucarada, decía la etiqueta y gracias a la cual tantos niños de entonces seríamos diabéticos de mayores o casi- y allá estuve recorriendo la azotea de norte a sur y de este a oeste dando, nunca mejor dicho, la lata. Luego, por la mañana, para desayunar mi madre nos ponía aquellas monas de Pascua con un par de huevos duros. Tengo que decir que a mí me gustaba, y me sigue gustando, muchísimo más los roscones de Reyes pero que no le hacía feo alguno a aquellas ricas monas… A media mañana solíamos ver la procesión del Resucitado a la que aún recuerdo porque portaba un Cristo muy pequeño que salía del sepulcro, Cristo hecho en escayola que en cierta ocasión no soportó un chaparrón y tuvo que ser sustituido al año siguiente por otro más aparente. Para el almuerzo, era tradición que mi padre preparase aquellos arroces “a banda” que tan bien le salían… Al caer la tarde, me llenaba la melancolía cuando no la tristeza por dos razones obvias: la primera era porque el lunes tenía que volver a clase con lo poco que me gustaba, quien me iba a decir que ahora daría cualquier cosa por volver mañana a mi colegio con mis niños, y la segunda porque se acababan los desfiles procesionales que tanto me ilusionaban. 


En aquellos tiempos, de tantas dificultades económicas en mi familia, con tantas y tantas privaciones y tantos sacrificios, nada me podía hacer imaginar que pasaría otros Domingos de Ramos viajando por Europa ... 


Y así recuerdo aquel Domingo de Ramos en Brujas que al levantarnos y abrir la ventana vimos todos los techos blancos por una nevada que cayó aquella misma noche. Ver aquel paisaje abrazado a mi mujer mientras las campanas de toda Brujas tocaban a Gloria fue una sensación que nunca olvidaré. 





También tengo un gratísimo recuerdo de un Domingo de Resurrección en Viena, desayunando con mi mujer y mis hijos aquellos Huevos de Pascua o aquellos conejitos de chocolate … que lo de la diabetes no sólo me vino de mayor por la leche de las 4 Vacas… 



Hoy me queda la esperanza y la oración. Esperanza de que el mismo Cristo que nos dijo las palabras que encabezan este apunte haga que pronto se termine este confinamiento y la humanidad encuentre una solución al problema del maldito virus, esperanza de que hayamos aprendido la lección y seamos capaces de construir una nueva forma de vivir más justa, más humana; y oraciones para que Cristo me oiga, nos oiga… 



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