viernes, 24 de octubre de 2014

CARTA DESDE SEVILLA


Estimado amigo:

El pasado fin de semana, tuvimos la venturosa dicha de que mi cuñada diese a luz una preciosa niña tal y como mandan los cánones litúrgicos de aquellos “Ecos de Sociedad” que antaño publicaba la prensa escrita.

Tal acontecimiento obligó, por razones obvias, a que mi esposa acudiese presta a cuidar de su hermana y su sobrina dejándome en la soledad del hogar, no sin antes mandarme, aconsejarme y encargarme no sé cuantos miles de cosas que en apenas 48 horas debía realizar con total diligencia.

Confieso sin rubor alguno que en la noche del sábado intenté hacerme con los mandos de ese pseudolaboratorio nuclear en que hemos convertido nuestras cocinas, pero tras quemar la termo-mix, provocar una fuga radioactiva en el microondas, manchar -creo que de forma imperecedera- la placa vitrocerámica y dejarme parte del dedo índice entre las palas de la batidora decidí acercarme al restaurante de comida rápida que hay en la esquina.

Lo más brevemente que pude ingerí un “nosequemenú” compuesto por una hamburguesa de poliuretano y unas patatas fritas de PVC envueltas en cartón plastificado que ante la duda no me atreví a comer, acompañado de un refresco mezclado con cubitos de hielo a razón del 75% de esto último. A todo esto estuve “disfrutando” de la compañía masiva de unas mentes adolescentes de entre 12 a 30 años de edad cronológica que alborotaban por encima de la música ambiental (?) a base de interjecciones y onomatopeyas redundantes del tipo:

- ¡¡ guay, perita, fashion,...!!


A la vista y oído de todo ello decidí que el mejor postre sería un relajante paseo por lo que queda de ribera más antigua del Guadalquivir. Apenas iniciado el camino pasé frente a una taberna de la que salía música de guitarra. Era una de esas antiguas tabernas que parecen sacadas de alguna leyenda sevillana. Entré y ya antes de sentarme me sentí trasladado a una época con caballeros embozados, damas ocultas tras una reja y espadas dispuestas a dirimir cualquier cuestión de honor u honradez ...

Apenas iluminado por la luz de una lámpara de aceite me senté dispuesto a degustar, esta vez si, de un buen oloroso jerezano. Al principio no reparé en demasía pero a poco mientras me acostumbraba a la tibia luz comencé a descubrir soledades como la mía en alguna que otra mesa.

En un reservado rincón destacaban por su singular aspecto un grupo de personajes que despertaron mi curiosidad y atención. Viéndose éstas aumentadas cuando hasta mis oídos llegaron palabras como:

- ¡¡ pardiez, voto a brios...!!

que sólo había escuchado en algunas obras de teatro de las que ya no se hacen o, más recientemente, leído en alguno de los capitanes Alatriste de mi admirado Pérez Reverte.

Mi madre decía de mí que tenía oído de tuberculoso, expresión que nunca llegué a comprender del todo, pero que de ser cierta aquella noche padecí una tisis galopante......

Casi todos parecían gente principal y llamó poderosamente mi atención el que todos ellos anteponían el Don o el Doña a sus respectivos nombres: Don Luis, Don Gonzalo, Don Diego, Don Juan, o Doña Inés me pareció entender... También debía haber un extranjero al que daban por mote o apodo Ciutti. Sé que uno de ellos era capitán - un tal Centellas- otro, comendador -título u oficio que me suena antiguo - pero el colmo fue que a una de las señoras la llamaban abadesa.... Claro que a estas alturas ya sabemos como está el clero....

Parecían muy preocupados por algún tema del que decían cosas como estas:

-Sírvanse vuestras mercedes de no dudarlo. El lunes hemos de acudir a una de esas casas a las que llaman “oficinas del INEM” a dar cuenta de nuestra desgraciada situación... - dijo Don Luis.

-Si os place - intervino Ciutti - un joven amigo del gremio de albañiles que dice pertenecer a una cofradía laboral a la que denominan Comisiones, me ha dicho que lo mejor sería dirigirnos a la Corte a un noble de apellido extranjero y por más ende protestante al que por orden real se le ha encomendado el llamado Ministerio de Cultura, aunque ya me ha advertido que no son pocos los que a él recurren....con poco éxito.

- Al tal noble, déjenlo en mis manos que habrá de demostrar su nobleza - añadió Don Juan

- Presto Don Juan - increpó Don Gonzalo- que no es este asunto baladí y no olvide que nos compete a todos....

- Lo que más perturba mi corazón es que estamos siendo sustituidos por esa herejía anglicana a la que llaman Hallowen... - añadió Doña Inés.

- Como cambian los siglos... ya ni el Guadalquivir corre por donde solía...-apostilló Brigida.

No deben hacer buena mezcla los derivados plásticos de la comida rápida y los caldos de Jerez pues no termino de recordar como regresé a casa. Lo que si tengo muy claro es que el lunes, con mi mujer ya de vuelta, al pasar por la puerta de un colegio vi a la chiquillería disfrazada de toda clase de monstruos televisivos y en la puerta del centro educativo un gran cartel llevaba escrita la palabra HALLOWEN junto al dibujo de una horrible calabaza. Bajo ella una letra infantil había escrito:

¡VIVA DON JUAN !

Este lunes, decidí tomar Huesos de Santo como postre y llevar flores a mis difuntos...

Un abrazo.







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