domingo, 3 de mayo de 2020

ENSEÑANZA DE UNAS VACACIONES QUE NUNCA FUERON.

El barco apenas se ha movido… Y a mí mujer le hubiera dado lo mismo porque la Biodramina la ha hecho dormir como un tronco. Yo me estoy haciendo viejo porque los malditos colchones y almohadas de Trasmediterránea no me han dejado pegar ojo… 

Hemos llegado a puerto a la hora prevista y tras los farragosos trámites y colas para desembarcar salimos del puerto hacia una Málaga que ve las primeras luces del día. Aparco en el parking de La Marina, el aparcamiento más caro de España según mis compañeros de la Junta de Gobierno del Colegio Oficial de Logopedas de Andalucía… A esta hora, el parking está casi desierto y me permito hasta elegir sitio. Salimos por esa rampa peatonal “tan curiosa” a Alameda-Calle Larios, hace frío, parece que la primavera este año se resiste a llegar , además ha vuelto el levante… Como dos novios, mi mujer y yo, paseamos por Larios y alrededores,es temprano y aún quedan unos minutos para que Casa Aranda, una de las churrerías más famosas de Málaga, termine por abrir sus puertas. Me paso por “El sanatorio estilográfico” para ver el escaparate, en unos días vendré a comprar algo, … me encanta esta tienda por su originalidad, su atención y sus productos. A pesar del día gris, Málaga huele ya a Semana Santa... 

Llegamos a Casa Aranda cuando otros melilleros ya han ocupado algunas mesas. Mi mujer siempre se asombra de los churros que me voy a comer… y me recuerda que estoy a régimen – régimen… en vacaciones… - Tras despedirnos de los melilleros volvemos al parking, comprobamos que por menos de una hora nos cobran, casi 5€ y cogemos el coche camino de nuestra casita en Cártama. Comparado con otras horas casi no hay apenas coches y puedo conducir relajado mientras mi mujer y yo hablamos de lo que vamos a hacer o de buenos recuerdos de otros viajes, algunos tal vez no tan buenos… 

En apenas quince minutos estoy abriendo la puerta del garaje de la urbanización Cruz de Melilla en Cártama. Gracias a Dios no está mi vecino, porque esta manía de hacer las plazas de garaje tan justas y de tener un 4x4 no casan muy bien. Me tengo que comprar otro coche más pequeño. Sacamos las maletas y subimos a nuestra casita con muchas ilusiones. Abrimos la puerta y desconectamos la alarma, abrimos puertas y salones para que la casa se ventile… Mi mujer ya empieza a limpiar cosas … Antes de que se líe del todo le recomiendo que nos vayamos al Mercadona a comprar cosas pues vamos a estar dos semanas por aquí y nos gusta mucho comer o cenar con nuestro hijo y nuera en la terraza grande. Ni os cuento el placer extraordinario que es desayunar en la terraza pequeña con una extraordinaria vista del valle del Guadalhorce. 

Llenamos un carrito y más en el Mercadona y a la vuelta empezamos a colocar todo en casa. Luego desharemos las maletas y en dos o tres horas la casa estará a punto de revista y operativa al  100%. Como último detalle colgaré mi bandera, mi metopa y otros cuadros en la terraza grande. Hay que dejar constancia de quien vive allí... 

Cansados por el trabajo pero con alegría vacacional vamos a despertar a mi hijo que en estos días de vacaciones presumimos estará todavía durmiendo. Nos equivocamos, nos dice que lleva despierto desde las ocho y media … que se está haciendo viejo y no necesita dormir tanto. Yo debo estar joven porque mientras mi mujer charla con él – que ganas tenía de ver a su hijo – yo me pego una cabezadita en su magnífico sofá junto a Brus, su bulldog que el pobre está viejecillo . 

Luego deberían haber venido las comidas en restaurantes, las compras, las visitas a lugares con encanto, los bailes, … y hasta teníamos que haber cogido el AVE para ir a Madrid a ver el espectáculo de El Rey León… 

Tantas vivencias, tantos sueños, tantos sentimientos y emociones que el maldito virus chino se ha llevado… 

Aunque, con el corazón en el teclado, no me quejo de nada. 

Hemos tenido la inmensa suerte de que no nos afectase a ninguno de la familia, de momento vamos sobreviviendo y mi experiencia de convivencia con mi mujer y mi hija me está permitiendo valorar tantas y tantas cosas aparentemente pequeñas de la vida que valen su peso en oro, cosas sencillas, cosas que ignoramos … pero que enriquecen nuestra vida muchísimo más que cualquier valor material. 

Así he valorado que me limpien los platos y la vajilla, que me limpien la casa o que me hagan la cama… porque ahora sé el esfuerzo que cuesta hacerlo... 

He valorado, aún más si cabe, el cariño y la entrega de mi mujer con los suyos y su capacidad casi milagrosa para convertir cuatro paredes o cualquier instante en un hogar… 

He valorado y admirado el coraje y la dedicación con que mis hijos y mi hermano se entregan a su trabajo. 

He valorado la ausencia de los abrazos que no he podido dar... y las de los que he dado… 

He valorado que importante es la gente buena que te rodea y como echas de menos las charlas intrascendentes, el humor, las risas, los saludos … 

He valorado lo importante que son los recuerdos. Los buenos para disfrutarlos viendo fotos o imaginando que los vives otra vez. Los malos para aprender de ellos y no volver jamás a cometerlos… 

He valorado mi trabajo y a mis niños. Con decir que he echado muchísimo de menos mis bromas y mis charlillas con los pequeñajos en esas guardias de recreo… 

He valorado que los paseos por las calles son mucho más que un paseo, que si sabes aprovecharlo son también sensaciones, emociones, experiencias, … 

He valorado el tener perrote. Y es que, además de la atención y distracción que supone atender sus necesidades, la compañía que nos hace y sus estampas de humor o sus “capacidades gastronómicas” nos han hecho pasar muy buenos ratos. De hecho, yo creo que es el que mejor lo ha pasado de todos nosotros pues nunca ha estado solo en casa que es lo que menos le gusta. 

He valorado mi casa, lo importante que fue comprar esta casa con su gran terraza y sus excelentes vistas. No se cuantas veces he dado gracias a Dios por habernos venido a vivir a ella. Hemos sido unos privilegiados. 

… … … 

En definitiva, he valorado la vida… y sigo pidiendo al Dios de todos que aún me deje disfrutarla en compañía de los míos unos años más pudiendo aportar a los demás mis consejos, mis conocimientos, mis ideas o mis experiencias. 





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