domingo, 28 de abril de 2019

HOMENAJE A ANTÓN Y JORNET



Buenas tardes a la familia de Antón y Jornet, buenas tardes a todos los que nos hemos reunido aquí para expresar nuestro sincero y emotivo reconocimiento a dos personas que nos dicen que se han ido … pero que ahora mismo siguen aquí,  entre nosotros. 

En contadas ocasiones la vida nos concede algunos privilegios. Para mi, uno de ellos, fue sin la menor duda, haber sido alumno de Doña María Teresa y de Don José María. Hoy también es un enorme privilegio poder asistir y participar en este homenaje a dos gigantes de la enseñanza, la Educación, el arte y la vida. Es pues una gran responsabilidad que me permitan unas modestas palabras en recuerdo de nuestros queridos profesores. He dicho modestas palabras … pero también quiero decirles, a modo de justificación de los posibles fallos que encuentren Vdes. en mi voz, que han sido escritas con el corazón en base a uno de los más nobles sentimientos que pueda tener y expresar una persona: el agradecimiento, máxime cuando este agradecimiento representa el de otros muchos.


En aquellos años en blanco y negro, donde tantos querían mantener nuestras bocas calladas, nuestros oídos tapados, nuestros ojos cerrados, en una Melilla jerarquizada y encorsetada, empobrecida en tantos sentidos,... una pareja de catedráticos de Lengua y Literatura españolas se empeñaron en que la luz y el verbo iluminaran las monótonas vidas de tantos y tantos chicos de barrio cuya única ilusión era pegarle patadas a un balón pero cuyos padres enviaban con mucho esfuerzo, sacrificio y esperanzas a aquel querido Instituto Nacional de Enseñanzas Medias para que tuvieran al menos la posibilidad de conseguir una vida mejor.

Y fue allí, en ese Instituto – al que por entonces no hacía falta poner ningún nombre porque sólo había uno – donde en sus aulas, Doña María Teresa y Don José María, nos enseñaron lo que voy a intentar explicarles como a ellos les hubiera gustado. 

Nos enseñaron que la oración, como la vida, está formada por muchas clases de palabras todas ellas importantes pero que sólo tienen sentido cuando unidas transmiten el mensaje, la emoción, el sentimiento, la descripción, la crítica. 

Nos enseñaron que el sujeto era muy importante … pero que no servía para nada sin el predicado con su verbo como núcleo fundamental.

Nos enseñaron que el complemento directo enriquecía a la oración ...y que el indirecto recibía muchas veces sus favores o sus desprecios.

Nos enseñaron que los complementos circunstanciales eran muchos… y que podían cambiar tanto la oración como la vida.

Nos enseñaron que había una voz activa… pero que también la había pasiva siendo ésta mucho más compleja.

………..

Nos enseñaron “ Helo, helo por do viene...” que una parte de nuestra historia la cantaron o recitaron de pueblo en pueblo al son de un instrumento, con unos sencillos versos octosílabos asonantes en los pares, consiguiendo, esta vez sí que sí, la mejor de las memorias históricas.

Nos hicieron ver lo difícil que era hacer un soneto … sobre todo si un tal Violante se lo mandaba hacer al  propio Fénix de las Letras.

Y tanto fue su empeño que, ya puestos, nos enseñaron a sentir, a sentir al maestro Machado, aquel que cuando dormía una fontana fluía dentro de su corazón, aquel que tanto marcó nuestras vidas, personalmente la mía, diciéndonos, y de que forma en aquellos tiempos de pocas esperanzas:
“… caminante, no hay camino, se hace camino al andar...”.
Cuando menos lo esperábamos, entre examen y examen de aquellos de verdad extraordinariamente rigurosos y exigentes, Doña María Teresa y Don José María aún tuvieron tiempo de contagiarnos una pasión: su pasión, primero por la novela y con ella por el teatro.

Y aquellos chicos por entonces adolescentes, o apenas jóvenes, aprendimos a comprender los valores que el personaje y la obra transmitían. Cómo no recordar las redacciones y discusiones sobre lo que representaban cada uno de los hermanos Karamazov; cómo no reconocer que la vida puede cambiarnos en un segundo tal y como le sucedía a Edmundo Dantes pero que con inteligencia, sacrificio, esfuerzo y fortuna podíamos convertirla en la del Conde de Montecristo; cómo “Doce hombres sin piedad” con criterios e ideas más que dispares podían llegar mediante el dialogo inteligente y la razón a un acuerdo por algo tan fundamental para una sociedad civilizada como hacer justicia. Fueron ellos Doña María Teresa y Don José María los que “sin querer queriendo” nos dieron la capacidad crítica para a través de la “Historia de una escalera” poder analizar una sociedad, la española, con sus injusticias, mentiras y violencias. Fueron ellos los que nos transmitieron la belleza, el dolor y la pasión del amor más sublime a través del inmortal Don Juan...

Con todo ello en las “mochilas de nuestras vidas” nos propusieron sacando tiempo de donde no lo había en convertirnos en los personajes de estas obras, en caracterizarnos y meternos en su piel, en llegar a tal metamorfosis que durante unas horas de nuestras vidas, embrutecidas por tantas cosas, dejásemos de ser nosotros mismos, chicos de barrio, para ser ...¡personajes de novela…! Y no me pregunten cómo consiguieron, para empezar, que transformáramos aquellas aulas sobresaturadas en espacios mágicos, en teatros con personajes que se movían entre el público, en público que en un momento dado se intercambiaba con los actores pasando éstos, a su vez, a ser público; donde los “libretos” eran hojas de papel escritas a mano que nos pasábamos unos a otros; en lugares donde la imaginación superaba cualquier problema de falta de recursos,…

Fue una inmensa fortuna tenerlos para aprender, conocer, participar, imaginar, criticar, analizar, redactar, … ver, oír, leer y hablar. Tantas cosas que faltan palabras de elogio o agradecimiento por y para lo que nuestros dos queridos catedráticos nos dieron.

Y nos lo dieron para siempre, porque Doña María Teresa Jornet y Don José Maria Antón nos enseñaron, sobre todo, a vivir… pero no de cualquier forma. Déjenme que acabe este sentido agradecimiento con unos versos del gran Calderón … leyéndolos como no pocas veces Don José María me hizo repetir hasta alcanzar lo que sus oídos querían y debían oír:
"¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son."


Gracias Doña María Teresa, gracias Don José María, por enseñarnos a soñar, … a soñar con todos los sentidos despiertos. Su labor y su memoria siempre estarán en nuestras vidas como lo están ahora con nosotros.

Melilla, abril , MMXIX

4 comentarios:

  1. Todo un libro podría escribirse sobre lo que estas dos figuras fueron para varias generaciones y nos quedaríamos cortos. Lástima de las nuevas cohortes que no gocen de la presencia de MAESTROS como ellos que inspiraban, más que enseñar.

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  2. ES SEGURO QUE TAN HERMOSÍSIMAS PALABRAS HAN LLEGADO A LOS CORAZONES DE TODOS, PERO HE DE DECIRTE, QUERIDO COMPAÑERO, QUE HAN TRASCENDIDO HASTA EL INFINITO. GRACIAS POR COMPARTIR

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  3. ES SEGURO QUE TAN HERMOSÍSIMAS PALABRAS HAN LLEGADO A LOS CORAZONES DE TODOS, PERO HE DE DECIRTE, QUERIDO COMPAÑERO, QUE HAN TRASCENDIDO HASTA EL INFINITO. GRACIAS POR COMPARTIR

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  4. Me uno a ese sentimiento. Un esquema perfecto amigo.

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