viernes, 31 de enero de 2020

CARTA AL FUTURO DEL COLEGIO ANSELMO PARDO


Ésta es una carta al futuro en nombre de todas las maestras y maestros que desde hace cuarenta años hemos trabajado en éste nuestro Colegio, el Colegio Anselmo Pardo, educando, enseñando, formando, …, compartiendo e intentando construir un mundo mejor para todos. Un mundo con una Humanidad libre, honrada, justa e inteligente. 

Con todo nuestro corazón, deseamos que los árboles y plantas de todas clases que agrandan su imagen hayan perdurado, fuertes y bellos, en el patio cuyos rincones han recorrido cientos de niños y niñas y a la sombra de sus brazos hemos guardado el fruto de tanto esfuerzo. 

En sus aulas nos hemos sentido orgullosos de ser lo que somos: maestros y maestras. En estos cuarenta años han salido muchos soles y han nacido todas las noches, y no imaginamos otro lugar en el mundo mejor que éste para crecer, amar, aprender, soñar, trabajar y entregarse a los demás. Ojalá lo siga siendo. 

Hemos comprobado que la amistad es un bien irrenunciable y que la lealtad es un tesoro que conviene cuidar con el mimo de lo infinito. Hemos sentido que el saber es un huésped al que conviene acoger con la calidez de nuestros mayores y hemos comprendido que el trabajo es la llama que ilumina el futuro, el que ansiamos construir cada día entre todos...y al que vosotros amables lectores ya habréis llegado. 

Queremos que sepáis que llevamos nuestro Colegio siempre en el corazón, cosido al alma como sólo el amor abrocha nuestras vidas a la vida, y deseamos que ese compromiso nos sirva para honrar su nombre donde quiera que nuestros pasos nos hayan llevado y que este deseo haya perdurado y sus docentes siempre estén ilusionados y dispuestos a la labor común con el amor a su profesión y la vocación de servicio a los demás. Nuestro trabajo de ahora os puede servir para reflexionar sobre el que vosotros hacéis para vuestro futuro. 

Nuestra labor seguramente habrá ido más allá de las paredes o el recinto de nuestro Colegio, si lo hemos hecho como deseamos será nuestro mejor regalo para vosotros y nuestras vidas habrán merecido la pena., 

Y terminamos animándoos a que el viento o la brisa de cada mañana acomoden la Verdad, la Ciencia, la Sabiduría, la Justicia, ... por las que tanto hemos luchado. 

Nuestro más fraternal abrazo y nuestro deseo de que sigáis adelante luchando día a día por un mañana mejor. 

Melilla, treinta de enero del año dos mil veinte. 


sábado, 25 de enero de 2020

UN POEMA Y UN HIMNO

Soy un tipo afortunado… 

He tenido la inmensa suerte de tener la familia que tengo y de tenerla a mi lado. He tenido la suerte de tener los maestros que he tenido y de ser capaz de recordar lo que me enseñaron y aconsejaron. He tenido la suerte de tener los amigos que tengo y de poder seguir manteniendo nuestra amistad permanentemente. 
También he tenido la fortuna de aprender a leer y a escuchar lo que me ha llevado a construir mi propio código deontológico, código que he ido llenando poco a poco de valores y referencias y que ahora, llegado a la madurez de mi vida, valoro como un auténtico tesoro. 
Lo he repetido muchas veces: no soy de los que crea que cualquier tiempo pasado fue mejor, mas bien creo que lo mejor debería estar por venir... siempre y cuando esta maldición que soportamos desde hace tantos siglos los españoles de no ser gobernados por los mejores sino más bien todo lo contrario, no dé al traste con todas estas ilusiones. Y para ello no hay nada mejor que, como antes mencionaba, tener como referencia de vida valores, sentimientos, emociones, modelos y ejemplos. De esto, un servidor ha sido siempre un afortunado, un suertudo que dirían los jóvenes de ahora a los que, con toda sinceridad, no veo con la misma fortuna ni el mismo deseo de construir su propia escala de valores enfrascados como están en un consumismo absurdo y frustrante con unos modelos tipo superhombres ( o supermujeres ) que sólo existen en la realidad virtual alejándolos más y más de la tozuda y dura realidad. 
Construirse una escala de valores no es nada fácil. Para empezar uno ha de tener ejemplos, modelos y referencias a veces muy cercanos pero otras no tanto. Como decía al principio mi principal referente fueron mis padres, mis abuelos y mis tíos, sin olvidarme de toda la buena gente que en forma de amigos y vecinos los rodearon, gentes que de una manera u otra había logrado sobrevivir a aquella maldita Guerra Civil y a su casi peor posguerra llena de miserias, calamidades, temores e injusticias… pero ellos lo consiguieron a base de mucho coraje, muchísimos sacrificios y trabajando festivos, lectivos y fiestas de guardar como se decía antes. Así sacaron a sus hijos… y lucharon lo indecible porque tuviéramos lo que menos tuvieron ellos: estudios. Y a fe que lo consiguieron pues todos fuimos a la universidad y sacamos carreras que, todo hay que decirlo, nos sirvieron para prosperar en muchos sentidos pero nunca para ser mejores que ellos…
Con estos modelos ya se tenían unos buenos mimbres para hacer “nuestras canastas” y también gracias a nuestra familia pronto tuvimos referencias primero en forma de cuentos e historias orales y después con muchos tebeos que más pronto que tarde se convirtieron en libros que nos abrieron la mente mucho más allá de los límites de esta decadente Ciudad. Personalmente me apasionaron las biografías y recuerdo con placer cuando por las tardes me iba a la entonces Biblioteca Municipal y leía aquellas colecciones en viñetas de Vidas Ilustres y Vidas Ejemplares que dieron paso a libros de historia, historia preferentemente de las personas, de las gentes, de los pueblos y menos de los reyes o de los políticos. No recuerdo una época de mi vida sin estar leyendo algo de historia, consiguiendo por este camino resolver muchas dudas y crearme infinitas inquietudes con tal de aprender del pasado para no repetir los errores. Paralelamente aquel bachillerato en blanco y negro me regaló la figura de grandes profesores entre los que destacó con luz propia mi querido catedrático de Lengua y Literatura Española Don José María Antón que nos hizo descubrir los grandes clásicos españoles, la poesía como expresión de la vida y la magia del teatro que todavía llena de tantas satisfacciones mis  años. 
No quiero olvidarme tampoco del cine. De un cine sin apenas efectos especiales pero donde “el bueno” era bueno de verdad y no un “bueno” lleno de crueldad inhumana como sucede ahora. Debe ser porque soy viejo pero que pocas películas actuales me llenan el alma y cuantas veces soy capaz de volver a ver películas antiguas descubriendo nuevos valores. Comprenderán ahora quienes me conocen que me diga tan poco el cine de Almodóvar y tanto el de José Luis Garci. Para otro día dejo el hablarles de los actores y actrices. 
Y así fui ordenando mi vida, acertando unas veces y equivocándome más,  pero siempre aprendiendo. Ahora, llega uno a la edad en que necesariamente ha de volver a los esquemas y resúmenes de aquel bachillerato y pensando, pensando, creo que mis valores se podrían perfectamente resumir en una poesía y un himno. 
 

Campos de Castilla es un libro de poesía de Don Antonio Machado  cuya primera edición apareció en 1912.  Don Antonio Machado, autor que nunca ha dejado de maravillarme y orientarme en lo verdaderamente importante de mi vida,  publica dentro de ella unos Proverbios y Cantares que posteriormente con los años irían enriqueciéndose en nuevas ediciones y que, como referencia,  en una carta dirigida a Antonio Machado poco después de su publicación, Juan Ramón Jiménez —entrañable amigo del poeta en estos años— le comenta que «tal vez sean los Proverbios y cantares lo que más me gusta de tu admirable libro último». Personalmente los versos de “Caminante no hay Camino” que aprendí con apenas doce años y no sé cuantas miles de veces más habré leído o recitado intentando trasmitir a mis alumnos lo que allí se siente son una de mis mayores referencias vitales. También tuve la suerte de que en mi adolescencia y juventud estos versos fueran un éxito musical primero en la voz aterciopelada de Juan Manuel Serrat y posteriormente en forma de rock con la fuerza de Miguel Ríos. Ambas versiones son acertadas, muy respetuosas con la intención del autor y en línea con sus tiempos sorprendiendo todavía a muchos jóvenes y no tan jóvenes de hoy en día. No hay una sola ocasión en que releyendo esos Cantares cuando llegue a esa estrofa de: 

...Caminante no hay camino 
se hace camino al andar...

algo dentro de mí no se llene, no se adorne, no sienta algo muy fuerte, no sienta que el ser humano está hecho para algo mucho mejor de lo que está haciendo. 


Cuando iniciaba mi madurez tuve también el privilegio de pasar por la Academia de Infantería de Toledo como caballero alumno y a diario tenía que cantar “..ese himno sacrosanto...” cuya historia no me resigno a no contar: La XIV promoción de Infantería llevaba ya dos años en la Academia cuando se incorporó el coronel José Villalva Riquelme como director de la misma que en cuanto supo que había un cadete que sabía música y era pianista le requirió para componer un himno y le concedió una semana de permiso para que en el Casino de Toledo, que disponía de un piano, pudiera componer la partitura. Lo malo fue que en el Casino, además de piano había también mesa de billar, por lo que el joven cadete olvidó por completo la música y se dedicó por entero a practicar carambolas, aparte de acompañar a las señoritas toledanas en sus paseos por la plaza de Zocodover. Al regreso a la Academia sin nada en las manos, el coronel, puesto que se trataba de un asunto que dependía de la inspiración, no tomó ninguna medida contra él. Pero poco después, a la primera falta cometida, Fernando Díaz Giles acabó con sus huesos en la corrección. Y allí cuenta él mismo: al segundo día de arresto en aquel cuchitril, donde no había más que un camastro, un pupitre, una vela y una silla, se me ocurrió trabajar en lo del himno y como no tenía a mano papel pautado, tracé los pentagramas a lápiz en los respaldos en blanco de unos apuntes de trigonometría. Al salir del calabozo redondeé aquello y tras unos retoques oportunos surgió completo el himno que desde entonces se canta. Por cierto que el coronel Villalva, al conocer por mí mismo la noticia, exclamó: “Si llego a saber esto, en vez de una semana de asueto te meto un mes de corrección”. La letra de su compañero Fernández de Arellano no acabó de convencer a Díaz Giles y casi dos años después recurrió a dos amigos suyos del mundo de la zarzuela, los hermanos José y Jorge de la Cueva, que hacía poco habían estrenado en el teatro Apolo de Madrid, una zarzuela titulada “Aquí hase farta un hombre”, con música de Ruperto Chapí. La letra que ambos escriben, a pesar de no ser militares, está saturada de amor a España, de promesas solemnes y de anhelos de grandeza. El himno de Infantería es una muestra más de la presencia del género de la zarzuela en la música militar española. El 15 de octubre de ese mismo año el himno con su nueva letra se entona por primera vez en el Alcázar de Toledo y a partir de ese momento pasa a ser el Himno de la Academia de Infantería para ser después Himno de la Infantería Española. Como anécdota no pasa un 8 de diciembre, la Inmaculada Concepción, Patrona de la Infantería española, en que un servidor en posición marcial de firmes no cante ese himno “… del deber, de la Patria y del honor...” a ser posible acompañando a sus hermanos Regulares. Y así espero que pueda ser por algunos años más. 

Así lo pienso y así se lo describo por si tuviera la fortuna de que con su amable generosidad leyeran estas pobres letras que sólo pretenden trasladar la ilusión por un mundo y una España mejor. Se lo debemos a nuestros pequeños. 

He dicho.