domingo, 10 de junio de 2018

MELILLITAS...


   Lo recuerdo como si hubiese sido ayer. Arrastraba una maleta de cuero grande y pesada, me moría de ganas por estar con los míos y, para colmo, las cosas no me iban nada bien en la universidad. Con sentimientos tan contradictorios alcancé el hall del barco desde el que se producía el incomodo desembarco de pasajeros al puerto de Melilla . ¡¡Por fin!! tras ocho horas de viaje siempre agotadoras volvía a mi casa.

   Debía ser Navidad….En el hall de aquel Antonio Lázaro o Vicente Puchol nos congregábamos apretujados de forma anárquica decenas de personas de lo más variopinto: estudiantes que regresábamos, marroquíes en tránsito, representantes de comercio, algún que otro conocido profesional o comerciante de la Ciudad, algunos funcionarios, familiares que venían a pasar las fiestas y ….un pequeño grupo de soldados de reemplazo.

   Casi sin darme cuenta empecé a fijarme en aquellos chicos. Casi todos serían de mi edad ( yo ya había pedido una prorroga por estudios ). Volvían a la Plaza tras haber pasado seguramente el permiso correspondiente a la mitad del servicio militar y ahora les quedaba el trago de pasar la Navidad en solitario, seguramente su primera Navidad sin sus padres, madres, hermanos, novias, amigos y lo que era peor: aún les quedaba por pasar aquella eterna mitad de los dieciocho meses de servicio militar en África, en esa África donde tantos como ellos dejaron sus vidas, su sangre, su salud; en esa África donde ellos sufrían un régimen militar durísimo, una disciplina inmisericorde, con una escasez de recursos que en muchas ocasiones en aquellos años se acercaba a la miseria, en cuarteles con habitáculos oscuros, insanos, garitas sucias ….mirando al Gurugú….

   Casi todos guardábamos, probablemente por el cansancio del viaje, un respetuoso silencio. Menos ella…..Ella era una cincuentona en la que todo resultaba exagerado: aquel peinado escardado, la pintura y el maquillaje de su cara, las numerosas joyas de oro (¿?) que portaba, ….y, sobre todo, su voz. Y entonces lo dijo:
¡¡¡...porque ser de Melilla es un grado…!!!


   No pude evitar mirar la cara de aquellos soldados, sus ojos, sus miradas, …. hombres jóvenes que vendrían de los más variados lugares de una España que empezaba a dejar de mirarse a sí misma; hombres que seguramente habrían visto vastos horizontes, habrían conocido campos, bosques, lugares y gentes, ….; hombres con ideas de formarse y hacer una España distinta, infinitamente mejor; hombres que venían a regalarnos los mejores tiempos de su vida a nosotros, melillenses con complemento de residencia y con desgravación fiscal, para garantizarnos nuestro sueño, nuestras casas, nuestros coches de importación, ….Y entonces sentí un profundo desprecio por aquella melillita.


   Sí, desde entonces no soporto a los melillitas, no soporto su chulería ignorante cuando cruzan la frontera y tratan a los marroquíes como si fueran seres inferiores exclusivamente a su servicio; no los soporto cuando en su ignorada ignorancia pretenden opinar de todo despreciando cualquier otra opinión que no sea la suya ...si es que tienen opinión; no los soporto cuando alzan la voz desde la barra del bar para criticar al alcalde, al delegado del gobierno, ...al jefe y en cuanto los ven aparecer pierden el sentido de la dignidad para arrastrarse baboseando ante ellos; no soporto sus cobardías e incapacidad para defender sus más elementales derechos dejando siempre , siempre, que sean otros los que les saquen las castañas del fuego; no soporto sus megalomanías y aires de grandeza donde sólo debería haber humildad; no soporto sus cobardías y su falta de compromiso con SU Ciudad de la que tanto alardean pero que no dudan en invertir fuera de ella ...para irse en cuanto puedan; pero lo que menos soporto es su falta de educación y respeto pues su “deporte nacional” es criticar constantemente a sus vecinos, a sus amigos, a sus conocidos ….en cuanto no los tienen delante.

   Son así y así han convertido esta Ciudad en el espacio decadente en el que ahora vivimos.

  Termino rogando que nadie confunda al melillita con el melillense que aunque puedan tener aparentes parecidos son seres de mundos diferentes empezando porque el melillita sólo se quiere a si mismo mientras el melillense quiere a su Ciudad.

1 comentario:

  1. No hay nada peor que ser autocomplacientes cuando hablamos de nosotros mismos y ese el el pecado capital del Melillita. Ese mismo que dice que para que se va a ir de viaje si tenemos las mejores playas del mundo, a la vez que se compra una casa en la península para su retiro o por si hay que salir corriendo (como pasó en la década de los 70). Recuerdo que un día me encontré en el "Corte Inglés" de Nador a un melillita que se rompía las vestiduras por lo mal que estaba el comercio en Melilla. En fin, que no tenemos arreglo.

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