sábado, 21 de noviembre de 2020

LA INMENSA MIRADA DE BRUS

 

Demasiadas veces este de por sí trágico año hemos sentido que las palabras de Cantores de Híspalis 

Algo se muere en el alma 

cuando un amigo se va 

eran una triste realidad. Hoy es uno de esos días. Hoy se nos va uno de los amigos más leales, fieles y cariñosos que hemos tenido. Se llamaba Brus y aunque tenía cuatro patas tenía un alma limpia que ya quisieran para sí muchos de esos inhumanos que se autotitulan personas. 

Llegó Brus a casa de mi hijo como un regalo de Reyes y ni nos imaginábamos  que  él nos iba a regalar a todos nosotros mucho más. Nos regaló una compañía comprensiva y silenciosa que escuchaba nuestras palabras con total atención. Nos regaló su calor cuando los días, por una u otra razón, eran más fríos. Nos regaló sus gracias cuando los días fueron tristes. Pero sobre todo nos regaló siempre un inmenso cariño por todos nosotros, un cariño sincero y generoso donde los hubiera. 

Siempre recordaré la primera vez que lo vi, sería por el mes de enero y apenas si era más grande que la palma de mi mano… pero con dos grandes orejotas. Aún recuerdo sus carreras de bienvenida por todo el parquet de la casa de mi hijo y el ruido tan característico de sus pezuñas sobre él. Me parece estar viéndolo, subido en el sofá, mirando por la ventana con toda la curiosidad de quien acaba de conocer el mundo y la vida. 



Cuando ya le habíamos cogido cariño, siendo todavía un bebé, se puso muy malito y el veterinario no le dio a mi hijo y a mi nuera apenas esperanzas, incluso les habló de darles otro perrito. Pero Brus nos iba demostrar muy pronto que era un luchador y que no se rendía ante nada… y con la ayuda del veterinario, el cariño de mis hijos y algo más … salió adelante. 

Me parece estar viéndolo, cuando al año siguiente, siendo uno de los bulldog francés más bonitos que he visto, lo trajo mi hijo en avión a Melilla… pobrecito que mal lo pasó. En lo de los vuelos se parecía a mí que por muchas horas de avión que lleve todavía no he hecho un vuelo tranquilo. Tan mal lo pasó que nada más llegar a casa lo tuvimos que llevar al veterinario. Pero muy pronto se puso bien, entre otras cosas porque a un servidor siempre “se le caía algo” de aquel jamón ibérico que consumimos aquellas navidades y que lo hizo desde aquellas fechas convertirse en un inseparable mío siempre que hubiera comida por medio. De hecho, no recuerdo ninguna comida o cena familiar fuera donde fuese, en que al mirar entre mis piernas no estuviese allí con su mirada pidiéndome algo para comer. 

Recuerdo también mis viajes al Puerto de Santamaría, donde se lo habían llevado mi hijo y mi nuera por su trabajo en la UCA. Mis paseos con él por aquella inmensa y entonces desértica playa de Valdelagrana o por los Toruños donde un día intentó cazar un conejo con poco éxito según nos contó mi hijo. En aquella playa se hizo mi hijo una foto con él mostrándole el mar que pocas cosas más entrañables y bonitas he visto sobre lo que es una amistad verdadera. Luego también lo visité en aquel precioso adosado de Puerto Real donde creo que fue profundamente feliz. 



Me llevaré siempre conmigo su mirada… ¿se han fijado en la profunda y expresiva mirada de un perro?¿han intentado comprender todo lo que hay en esa mirada…? Hay que tener algo muy podrido dentro para ser capaz de maltratar a un perrote que te mira. Recordaré ¿cómo no? cuando intuía que lo íbamos a dejar solo en casa, su triste mirada desde su camita cuando comprendía que aquello no tenía remedio. Pero, sobre todo, recordaré su inmensa alegría cuando volvíamos a casa, la explosiva bienvenida a todos , el cariño inmenso, … Bienvenida que igualmente siempre nos reservaba cuando en cualquier viaje lo visitábamos hubiese pasado el tiempo que hubiese pasado. 

Siempre le agradeceré el calor y la compañía que mi hizo aquella noche toledana en que una cena en no muy buen estado me tuvo vomitando tantas horas. Recuerdo su calor bien pegado a mí cuando me sentaba en el sofá con unas nauseas enormes, lo recuerdo a mi lado junto a la cama cuando me iba a ella… Siempre te lo agradeceré amigo Brus. 

Cómo no voy a recordarlo subiendo las escaleras con una agilidad portentosa que mi dolorida espalda envidiaba. Cómo no voy a recordarlo recorriendo periódicamente por las noches todas las habitaciones - “pasando revista por si falta alguno”, decía mi hijo – o su despertar inmediato si te levantabas para algo. Siempre alerta, siempre dispuesto a defender a los suyos y, sin embargo, siempre amable y juguetón con cualquier visita o amigos. Ni les cuento si era un niño, ...no he visto a Brus más feliz que jugando con un niño, es más, eran dos niños. 

Y éste anodino y triste verano se nos puso muy malito y la veterinaria nos dio un fatal diagnóstico de tumores… Y ahora, permítanme que me sienta orgulloso de mi hijo y mi nuera pues demostrando su inmensa humanidad, su gran cariño y lo grandísimas personas que son, cuidaron de Brus, lo llenaron de mimos, alegrías, chuches, sacrificaron su ocio, le dedicaron todo el tiempo posible, hicieron su vida lo más feliz posible… No me pregunten cómo pero lograron combinar sus obligaciones laborales para no dejarlo nunca solo, siempre atentos a cualquier necesidad del perrote… 

Poco a poco la salud de Brus fue a peor. Las complicaciones eran más evidentes y su estado lamentable pero aún así siguieron cuidándolo, acompañándolo.  Hasta ayer, que la veterinaria  les dijo que tal y como estaba iba a empezar a sufrir mucho. 

Hoy, casi a la vez que escribo estas dolorosas líneas, agotadas todas las posibilidades, lo van a sacrificar para que no tenga el más mínimo sufrimiento. Mi hijo y mi nuera lo acompañarán hasta el último minuto. Nosotros, en la distancia,  tenemos el corazón encogido por la pena...  

Llegados aquí quisiera tener la fe de mi madre en el Sagrado Corazón, en la Virgen del Pilar, …o en mi admirado San Francisco de Asís, patrón de los animales,  y creerme la promesa de los Evangelios “...Yo soy la resurrección y la vida, aquel que crea y viva en mí no morirá para siempre…”para tener el consuelo de que los abuelos lo estarán esperando en el Cielo con una gran fiesta de bienvenida, … la mejor, la que nuestro amigo Brus, una persona de cuatro patas, se merece y se ha ganado por habernos regalado sus once años de vida.

 Gracias Brus, gracias amigo, muchas gracias por todo.