martes, 17 de diciembre de 2019

¡¡¡ CANASTA !!!


“Cuando el director de un colegio privado de Springfield (Massachusetts) pidió al profesor Naismith que inventase un deporte para que sus alumnos pudiesen jugar a cubierto durante los meses de invierno, éste se puso rápidamente a trabajar. En poco tiempo elaboró las trece normas originales del juego inspirándose en varias fuentes y se jugó por primera vez el 15 de diciembre de 1891. Pese a que algunos historiadores del deporte han discutido la fecha (y proponen el 21), lo que nadie discute es que la popularidad del juego creció como la espuma y ya en los juegos olímpicos de 1904 fue incluido como deporte de exhibición.”


A pesar de las predicciones meteorológicas la mañana se levantó tranquila y mi biorritmo – cada día más autónomo por la edad – decidió que el despertador sonara una hora antes de lo previsto. Uno en su modestia ha decidido no perder el tiempo que le queda y antes de ponerme a dar vueltas y más vueltas en la cama eché mano al Ipad y me dispuse a retomar una costumbre que aprendí en mis años de bachillerato cuando todas las mañanas desayunaba con mi padre en el aquel querido Bar de Reina, sobre el que algún día tendré que escribir algún modesto apunte. Sólo tuve que abrir la primera pantalla y pulsando un icono me aparecieron los dos diarios locales más leídos. Al principio, lo de siempre, políticos que cada vez con más vehemencia se expresan – se escupen, sería más correcto – un odio más cainita, delitos con mayor o menor violencia cada día más frecuentes y... los deportes. Entre tanta noticia inquietante leí un titular que me hizo retrotraerme a mi adolescencia y juventud pues daba cuenta del fallecimiento de Damián Caneda. 

Damián Caneda, que destacó como un importante político malagueño y también como empresario andaluz, para mi fue siempre un ídolo del baloncesto local. Era un tipo altísimo y espigado que cursaba el bachiller en el entonces Instituto Nacional de Enseñanza Media ( hoy IES Leopoldo Queipo ) de Melilla. Que yo recuerde iba al menos tres cursos por delante mía … y jugaba a baloncesto de maravilla. Verlo con su melena tan de moda en aquellos años en una cancha era todo un espectáculo. Para colmo formó parte de aquel mítico equipo de baloncesto del Instituto que por primera vez y en la inauguración del polideportivo de La Hípica venció a nuestro eterno rival, La Salle, en un encuentro extraordinario rompiendo con una hegemonía salesiana de muchos años. Luego jugó también en aquel equipo de Regulares 2, el “Chafarinas C.B.”, fruto del gran trabajo del coronel Gavilá y que si no subió a la 1ª división del baloncesto nacional fue por la falta de un pabellón cubierto adecuado. Con el tiempo, Caneda terminó siendo jugador-entrenador de El Palo Caja de Ahorros de Ronda de Málaga al cual ascendió a la división de honor del baloncesto donde aún es un equipo de postín con el conocido nombre de Unicaja... 

Además, Damián Caneda jugaba de pivot… como yo, y a mi me hubiera encantado saber jugar como él. 


No llegué al baloncesto por casualidad. Desde muy pequeño mostré una torpeza inusitada para darle bien a un balón con los pies y un facilidad tremenda para romperme la nariz cada vez que intentaba rematar de cabeza. Por eso, aquel día que por primera vez me enfrenté a un aro de baloncesto y conseguí meter la pelota dentro, fui consciente de que ese era mi deporte por eso y porque desde que tenía once añitos un servidor medía 1,85 m que en aquella Melilla de españoles bajitos eran objeto de no pocas burlas. 

Mi primer partido de minibasquet fue en lo que hoy es la piscina de La Salle, por entonces un frontón que se había adaptado para campo de minibasquet. Y para premio me tocó jugar con el que era el mejor equipo colegial por entonces,  el que sería mi adversario durante muchos años y me haría sudar la camiseta lo indecible, me estoy refiriendo al equipo de La Salle que además de jugar en casa contaba con un Juanito Ríos como figura. El resultado no pudo ser más patético: perdimos 48-3 … Pero un servidor ganó tres cosas muy importantes: una que fui el que metió una canasta de personal y otra de un tiro exterior; otra, que allí nació mi buena amistad con el hoy doctor Ríos y la última que   ¡ juré derrotar a La Salle ! algún día.

Poco a poco y a pesar de todas las dificultades - piénsese que por aquella época no teníamos equipaciones, no teníamos entrenador, apenas si disponíamos de una cancha una hora a la semana, no teníamos balón reglamentario, los aros no tenían red o estaban muy deteriorados…- superamos la edad del minibasquet y nos pasaron a la pista de baloncesto y a los aros a ¡ tres metros ! Por aquella época conocí a Antonio González Mota que, acompañado de otro grupo de entusiastas como él, fundó el “Instituto Rayo”. Siempre he agradecido a Antonio que contara conmigo, jamás he conocido a nadie con tanta ilusión por el baloncesto como él. Este equipo que se presentó en la ligas escolares y en la de clubs en categorías infantil y juvenil como un equipo muy modesto desde los primeros momentos destacó y logró a base de entusiasmo, de mucha ilusión y de mucho trabajo, ser subcampeón de la liga infantil y tercero de la juvenil… Todavía recuerdo una tarde de Nochebuena que ¡ por una vez ! nos dejaron entrenar en el Instituto y estuvimos hasta que ya casi anochecido nos marchamos a cenar con nuestras familias. 

El baloncesto de aquella época era...como decirlo… “primitivo”. Nos equipábamos con la primera camiseta que pillábamos, a ser posible del mismo color todos cosa infrecuente, camiseta a la que previamente habíamos puesto de aquella manera un número. El principal problema era que casi todos los chicos del Instituto jugábamos con camisetas blancas, vamos, las camisetas de ropa interior de la época … Otra cosa que recuerdo perfectamente es que era muy raro que se suspendiera un partido por causas meteorológicas… Por ello tengo en mi mente una estampa del patio de La Salle lloviendo a cántaros, con el suelo inundado hasta 3 ó 4 dedos … y jugando contra uno de los equipos salesianos. Ni que decir tiene que el balón no botaba, nos resbalábamos continuamente y encima te pitaban “pasos” y que llegué a mi casa chorreando porque, esto se me olvidaba, muchas veces no había vestuario y si lo había o era lo más parecido a un retrete o las duchas no funcionaban o echaban agua fría… No sé como sobrevivimos pero aquí estamos. Con el “Rayo” jugué tres temporadas participando en las ligas escolares, de clubs y de categoría infantil, juvenil, junior y senior ésta última formada por una mayoría de equipos de los distintos regimientos de la Ciudad. Imagínense el tema: chavales de 11 a 14 años jugando contra tipos de 21, algunos de ellos habiendo jugado en las mejores ligas nacionales.


Tras el “Rayo” llegó el “Iberia” y aquí he de decir que pasé probablemente los mejores años de mi vida deportiva. El “Iberia” era un equipo “multicolegial” pues en él formamos un grupo de amigos que habíamos sido antes rivales en las canchas (el motivo era que por aquella época los alumnos de La Salle tenían que venir forzosamente a realizar el bachiller superior en el Instituto razón por la cual los que éramos amigos, aunque rivales, al estar en el mismo centro educativo, decidimos formar un equipo propio). Allí me encontré con Ángel Ruiz Migens, Nono de Pro, Antonio Salas, Osuna, … ¡ como nos divertimos ! Para empezar no había un partido al que llegáramos a su hora y para continuar decidimos hacer el baloncesto más anárquico y creativo que se puedan imaginar… la cuestión era pasarlo bien. Y tan bien lo pasamos que nos encontramos derrotando al Instituto “A” de los José Antonio, Fito y del inolvidable Pepe Nieto - sin duda el mejor deportista de mi generación - victoria que para ser justos hemos de achacar también a que ellos ya habían ganado la liga de clubs y a la escolar decidieron prestarle poca atención. Y con esta victoria nos plantamos en una final contra La Salle del extraordinario  José Antonio Quiñonero, hoy mi médico traumatólogo, que desde el principio se nos torció. Para empezar, nuestro profesor de Ed. Física, Paco Verdugo, decidió que debíamos tomarnos en serio el partido ( primer error ) y nos puso de entrenador a Manolo Gavilá       ( segundo error ) y tanto nos insistió que nos pusimos serios y abandonamos nuestra forma habitual de jugar ( tercer y definitivo error ) . Lógicamente perdimos aquel partido y bien perdido… 

Al curso siguiente, ya en sexto de bachiller, decidimos dar un salto a la "profesionalización" y formamos la sección de baloncesto de la S.D. Melilla de Paco López. Allí nos juntamos chicos de La Salle, del Instituto y alguno de F.P. Con aquel equipo, ojo ya con equipaciones y entrenador, nos tuvimos que tomar las cosas en serio aunque a Ángel R.Migens, Luisma López de la Manzanara , dos grandes amigos míos, y a un servidor nos costara no poco trabajo. Y tan en serio nos lo tomamos que derrotamos a todos los equipos regimentales y, por supuesto, a La Salle … y además dos veces porque la liga se jugaba a doble vuelta. No recuerdo bien el motivo pero no pude ir a la fase de sector en la Península donde obviamente poco podíamos hacer a pesar de que años antes con Caneda, Abril, Nieto, Muriana, … el baloncesto de Melilla cosechaba unos éxitos impensables de gente con tan pocos recursos. Y es que el baloncesto español comenzaba a despertar y el de Melilla salía de sus cuevas. Por cierto que aquel año inicié mis pinitos como entrenador de un gran equipo de chicos. Luismi, los hermanos Antón, ... , sinceramente creo que ellos me enseñaron a mí mucho más que yo a ellos y pasamos unos ratos inolvidables que aún hoy día recordamos con alegría. 

Al año siguiente, ya en COU, seguí jugando con la S.D. Melilla pero me tocó un premio gordo: me llamaron para entrenar al equipo de chicas del Instituto. Recuerdo con emoción el día que me presentaron a todas aquellas bellezas … entre las que se encontraba la que sería mi mujer. Creo que aquel COU fui el tipo más envidiado del Instituto y además fuimos campeonas y, una vez más, yo no pude acompañarlas a la fase de sector supliéndome mi anterior entrenador Manolo Gavilá que logró unos resultados interesantes. Que grandes recuerdos tengo de aquellas chicas a las que trasladé el espíritu del buen humor del “Iberia” a lo que ellas añadían un pundonor y un coraje extraordinario. Siempre llevaré en mis recuerdos a Pilar, Marian, las dos gemelas rubias, … y a una chica con unos preciosos ojos verdes en los que me perdí ...y aún sigo perdido. 

Al final de aquel curso me despedí, o al menos eso creía yo, del baloncesto…me iba a la Universidad de Granada. 

El deporte universitario español de la época era casi tan menospreciado como el actual, para que vamos a negarlo,  pero para mí lo primero que supuso fue la oportunidad de jugar alguna vez en un pabellón cubierto con unas medidas normales… Bien poco me duró aquello y la falta de posibilidades deportivas la suplí en compañía de mi buen amigo el doctor Pedro Sánchez Zambrano yéndonos algunos fines de semana al Campo de la Juventud de Granada donde por 25 pts de la época te dejaban acceder a no sé cuantas pistas de deportes. Como era de prever convencí a mi amigo Pedro para comprar un balón de baloncesto – barato y de plástico – con el jugamos además de a baloncesto a todo lo que se nos ocurrió … eso sí, haciendo el bruto o el animal  por decir alguna palabra fina. Éramos como éramos... 

Aquella experiencia no me salió nada bien y al año siguiente regresé a Melilla para estudiar Magisterio en el Campus de la UGR en mi Ciudad. Cada vez que lo pienso soy consciente de que aquella fue una decisión acertada que guió mis pasos por mi auténtica vocación y me permitió, además de volver a encontrarme a mí mismo,  poder volver a jugar a baloncesto. 

En la entonces Escuela de Formación del Profesorado de EGB, hoy Facultad de Educación, coincidimos un grupo de chavales que anteriormente habíamos jugado en equipos diferentes. Movidos por una ilusión enorme decidimos proponer a la Escuela que nos pagase la inscripción en las competiciones senior locales. La Escuela nos pagó la inscripción … y nada más. Ante ello nos dedicamos a visitar distintas firmas comerciales de la Ciudad a ver si alguna nos patrocinaba con una equipación… ¡Y anda que no tuvimos que dar vueltas! El comercio local, por entonces en un auge extraordinario, sólo pensaba en ganancias y para ellos subvencionar a un equipo y de baloncesto era tirar el dinero. Después de un verano entero “buscándonos la vida” dimos con un importante comerciante hindú que representaba las entonces afamadas marcas electrónicas de JVC y Nivico. No tuvimos que insistirle mucho pues el hombre enseguida participó de nuestro proyecto y nos sufragó ¡¡ dos equipaciones !! 

Y así nació el EUM JVC Nivico en con el que logré mis mayores éxitos deportivos y pasé una época de mi vida excepcional en todos los ámbitos. Aún mantengo una gran amistad con muchos de aquellos compañeros: Álvaro, Paco, Manolo, Carlos, … cuanta buena gente y cuantos buenos ratos entrenando casi a diario de noche en la cancha al descubierto de la Bandera de Marruecos. 

Tras aquella época dichosa vino el servicio militar, me casé con aquella chica que entrené y que a partir de ahora me entrenaría ella a mí, empecé a trabajar como profesor… y aún llegué a jugar algún partido que otro, sobre todo, en el pabellón cubierto de mi Colegio … quien me lo iba a decir después de tantos años jugando al aire libre y en canchas de cemento que iba a disponer de un magnífico pabellón cubierto con un piso extraordinario. Y, cosas de la vida, fue jugando en ese pabellón cuando una lesión de rodilla y otra de espalda me obligó a dejar la práctica del baloncesto para siempre… aunque aún alguna noche que otra sueño que estoy por esas canchas … 

No todo fueron rosas … pues mi astigmatismo con miopía me jugó muy malas trastadas, sobre todo, en aquella cancha de la Bandera de Marruecos con luces anaranjadas. 

Cuando ya pensaba que todo estaba escrito me esperaba lo más importante de mi vida en el baoncesto: mis dos hijos, mucho mejores jugadores que su padre, que con sus partidos, sus grandes éxitos y su extraordinaria manera de jugar con un coraje que no sé bien de quien habían heredado, me hicieron disfrutar como nunca pude llegar a imaginar. 


Grandes amigos, amigos para siempre, y aquellas sensaciones cuando entraba a canasta y en bandeja dejaba el balón en el sitio preciso o cuando desde el “poste” lanzaba y al entrar el balón hacía aquel sonido tan característica…ver a mis hijos volar sobre el aro ...por todo ello y mucho más ¡¡¡ gracias baloncesto !!! 


A Damián Caneda, juegue ahora en las canchas que juegue…