viernes, 30 de agosto de 2019

AQUELLOS VERANOS DE ANTES...

No soy de los que añoren el pasado, ni mucho menos de los que piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor, … aún tengo esperanzas de que quede bastante bueno por venir, aunque el tiempo, inexorable, me vaya socavando ilusiones día a día.

Las circunstancias de este verano desgraciado me han hecho recordar otros veranos, aquellos veranos cuando mis ilusiones y esperanzas estaban intactas y uno se creía capaz de lo mejor a pesar de sus pobres recursos. Tiempos en los que te daban un domingo 25 pts que te permitían ir al cine, jugar al futbolín y hasta comerte un bocata con un refresco en Solis o en La Flor de Melilla. 25 pts, cinco duros, eran un poquito más de 0’15€.

Recuerdo cuando cogía de mi casa una toalla pequeña de las que ahora llamamos “de las manos “, me ponía mi único bañador, uno azul Meyba imperecedero, bajo unos vaqueros, una camisa de mangas cortas vieja y unas chanclas de goma. Y así con la toalla bien enrolladita me recorría a pié la distancia desde mi casa hasta la playa de Los Cárabos o de San Lorenzo, no menos de 3-4 km de ida y otros tantos de vuelta. Había otra playa, la de La Hípica pero ésta era sólo para "chicos pijos". Al llegar a la playa dejaba la toalla, la camisa, el vaquero y las chanclas en la arena que por entonces no había ni sombrillas - ni tampoco robos - y me metía a disfrutar del agua. Bueno, lo de disfrutar fue a partir de que aprendiese a nadar, que en esto fui tardío, circunstancia que me hizo padecer no pocos malos y crueles ratos tanto con amigos y hasta con familiares….

Por aquella época lo del protector solar, bronceador le llamaban entonces,  era cosa de niñas y un servidor blanquito y rubiales nunca consiguió ponerse moreno aunque, eso sí, ponerme rojo y con serias quemaduras no pocas veces,  circunstancias éstas que aún pago con periódicas operaciones de piel para quitarme “bichitos solares” indeseables. De lo que sí, tengo muy buenos recuerdos era de los juegos en el agua cuando hacía levante ( entonces no había banderas rojas ni socorristas aunque habían soldados de quinta que más de una y dos vidas salvaron ), recuerdo como las olas llenas de aire masajeaban mi piel, como golpeaban mi espalda arrastrándome decenas de metros, … Lo más divertido era cuando te llevabas una cámara neumática en lo que un servidor era un privilegiado pues mi padre nos solía traer viejas pero grandes cámaras que usaban los vehículos de la Junta del Puerto, el mantener un equilibrio sobre ellas, el dejarse llevar, … eran una gozada que ya me gustaría poder repetir ahora. Después del palizón del agua, sólo cabía secarse y si no habías adquirido la habilidad de cambiarte con la toalla enrollada en la cintura no te quedaba más remedio que ponerte el vaquero encima del bañador mojado y con aquellas simples chanclas de goma - ahora cuesta arriba - volverte a casita donde si tenías suerte aún no habían cortado el agua o tu madre te había dejado un barreño lleno para que te enjuagaras. Como esta circunstancia no se daba siempre, más de una y de dos veces no te podías quitar el salitre hasta el día siguiente … antes de volver a irte a la playa. Les aseguro que dormir con salitre en el cuerpo en una de aquellas sudorosas noches de levante era toda una experiencia que endurecía ¿o maltrataba? nuestros cuerpos infantes. 


Luego llegarían las chicas... porque bien pronto empezamos a descubrir que aquella compañera de Instituto tan poco agraciada con aquel uniforme azul y gris o aquella otra a la que no prestabas la mínima atención porque te decías “...es una cría...” , cuando se ponía en bikini en la playa … era otra cosa, … se transformaba… y enturbiaba tus pensamientos, enrojeciendo tu rostro cuando te decía aquella frase maravillosa de “… me puedes poner bronceador ...”. De esa época, tengo muy gratos recuerdos pues, aunque seguía quemándome con el sol, ya sabía nadar con desenvoltura y me pude quitar un peso de encima … o echármelo cuando mi tía me decía que me llevara a mis primos pequeños a la playa. Mis mejores recuerdos son, no obstante, cuando con mi novia de ahora ( 39 añitos casados ) íbamos y nos volvíamos andando de la playa. Cuantas conversaciones, cuantos secretos, cuantas caricias y besos ( ojito, besos de los de entonces que tenían mucho de romanticismo y sólo unas gotitas de erotismo, ...menudas eran las chicas ). Algunos días esperábamos sentados por si veíamos pasar a mi padre en coche a la salida del trabajo y nos ahorrábamos un buen trecho de subida con un sol de julio o agosto.

Pero ni mucho menos todo iba a ser sol y playa. Aquellas tardes …Si, aquellas tardes de juegos hasta altas horas de la noche que por entonces las calles de los barrios eran para los chicos y en ellas podíamos jugar sin el menor peligro. Fútbol, La Lata, Pico-Zorro-Teine, A la Una la Mula, Balóntiro...Luego, agotados, nos sentábamos en las puertas junto a nuestros padres y vecinos y entre tajada y tajada de aquellas incomprensiblemente frescas sandías escuchábamos grandes historias reales que nos hicieron admirar a aquellos que nos precedieron y que hoy deseamos, si nos dejan, contar a nuestros nietos.

En cuanto pegamos el primer estirón llegaron las tardes de música romántica, las charlas sentados en cualquier escalón o en aquellos duros bancos con las chicas, las risas, … los sonrojos, las miradas, … Y con ellas, venían las ferias, ferias que empezaban en junio en Cabrerizas, en julio en el Hipódromo y el Tesorillo, agosto en el Real y en septiembre, para cerrar la temporada, la feria de Melilla. Y allá que los chicos nos reuníamos en los coches de choque que eran donde ponían la mejor música, también en La Ola, o el Balancé, … y muchos paseos de un lado a otro y del otro a casa porque entonces íbamos a todos partes andando que por no haber no había ni para la COA que valía 0,50 pts o dos reales como se la conocía popularmente a la moneda con el agujerito en medio…

De aquellas ferias recuerdo con mucha ilusión dos cosas: los bailes y las actuaciones en el Auditorium. Los primeros se celebraban en las casetas oficiales de las ferias donde había que echar mucho, pero mucho valor, para dirigirte a la chica de tus sueños, normalmente rodeada de amigas y ante la atenta mirada de mamá y la tita cuando no del padre-ogro, y decirle aquello de “...¿quieres bailar…? ...” que si tenías la inmensa suerte de que la chica, previa autorización de toda su cohorte, te dijese que sí tenías otro problema más gordo pues lo que se dice bailar, lo que se dice, tú prácticamente nada. Menos mal que a un servidor, una vez vencida mi enfermiza timidez, aquello de mover los brazos y los pies siguiendo más o menos un ritmo nunca se le dio del todo mal … aunque sentirme ridículo, bien que me sentía. Lo mejor llegaba cuando el grupo musical , entonces le llamábamos "conjunto", tocaba aquello del Noches de Blanco Satén o la Casa del Sol Naciente que al fin y a la postre era para lo que tú habías sacado a bailar a aquella chica tan bonita. Y la abrazabas mientras ella apoyaba sus dos manos en tu pecho para evitar contactos “pecaminosos” y tú sentías su respiración … pero también la atenta mirada de la madre que en cuanto te acercabas demasiado ya estaba allí quitándote a su niña. Hoy lo recuerdo con mucho humor … pero no pocos ratos difíciles pasé por estas cosas. Desde estas líneas quiero mandar un beso agradecido a mi madre que me enseñó a cómo bailar de una manera “decente”… Luego yo solito ya aprendí estrategias para que aquellos bailes fueran más cercanos…aunque aún tengo marcadas en el pecho las manos de mi Tere intentando que yo “...no me arrimara tanto...”

En cuanto a las actuaciones en el Auditorium voy a empezar reconociendo que no recuerdo haber comprado nunca una entrada pues siempre teníamos algún amigo  portero – allá donde estés muchas gracias Pepe- que me dejaba pasar “de gorra” como se decía entonces. Y tengo que añadir que allí viví, vivimos, momentos extraordinarios ante solistas o grupos de gran altura: Miguel Ríos, Mocedades, Karina, Dúo Dinámico, Los Relámpagos, Los Diablos o Fórmula V. Lo mejor y más actual pues además de las actuaciones que traía la concejalía de festejos estaba Ayu Lalchandani y Gala Sanyo que hasta nos trajo a un Julio Iglesias en sus mejores momentos a la Plaza de Toros.

Pero si me tengo que quedar con un recuerdo de todos, me quedo con aquellas reuniones al atardecer o de noche en la muralla del barrio Virgen Victoria - “quedadas” que dirían ahora- donde nos juntábamos un grupo de amigos y amigas de los de verdad y mientras nuestro entrañable amigo Juan Antonio Pueblas sacaba los mejores tonos de su guitarra , que para eso era un artista y creo que lo sigue siendo, nos poníamos a cantar a nuestra manera… a veces hasta mirándonos a los ojos. Tanto miré yo los de una que llevo cuarenta y siete años perdido en ellos…