jueves, 6 de diciembre de 2018

EL JAMÓN


Corría el año 1941 cuando la hambruna que hacía estragos en la Península comenzó a hacer notar sus efectos entre la población melillense. Mi familia paterna, emigrados desde Aragón donde habían perdido todo como consecuencia de la maldita Guerra Civil, no se iba a librar de ello y pronto las carencias se hicieron notar. En éstas estábamos cuando apenas unos días antes de Nochebuena, el “Sanjuanico”, un soldado aragonés que hacia la mili por estas tierras y que -como tantos otros- había sido “adoptado” por mi familia, trajo como regalo del pueblo algo que ni en los mejores sueños hubieran deseado más: un jamón.

Tras pasar la oportuna revista por todos y cada uno de los componentes de la familia de aquel manjar que no veían ni en fotos desde hacía años, mi abuelo Manolo ordenó que se colgase en la habitación que hacía las veces de alacena y allí estuviese hasta la cena del día de Nochebuena.

Pero el hombre propone y el hambre dispone, y justo un día antes de Nochebuena la familia ya había “admirado” en demasía el jamón y tocaba pasar a la acción. Por eso aquella noche sobre las tres de la madrugada todos se sorprendieron cuando mi abuelo encendió la luz de la alacena y allí estaba toda la familia cuchillo en mano:

Pero bueno ¿qué pasa aquí?- gritó mi abuelo que, por supuesto portaba el cuchillo jamonero más grande que pudo encontrar.

¿Y tú...tú qué haces también aquí?- le respondió mi abuela.

Rediez, Vicenta, escuché ruidos y creí que había ladrones...

Si ...ladrones... Ya te veo yo a ti, maño. Aquí los únicos ladrones que hay son los que nos están robando las tripas, Manolo.

Ea, pues no se hable más, que por celebrar la Nochebuena un día antes, dadas las circunstancias, seguro que la Pilarica no se enfada con nosotros. ¡Jesús, Manolín! descolgad el jamón y llevadlo a la cocina.. y ¡ni se os ocurra tocarlo por el camino! Y tu, Vicenta, pon platos y saca todo el pan que tengamos... y, maña,... no te olvides de la bota de vino.....que esta noche es Nochebuena y mañana otra vez será.

Y allí en apenas media hora acabó la historia de aquel jamón cuyo hueso bien aprovechado aún prestó buenos servicios en los caldos de Nochebuena, Navidad, Nochevieja, Año Nuevo,....

Por mucho que queramos exagerar ni en lo más remoto nos acercamos actualmente a aquellas terribles situaciones de carencias alimenticias de la posguerra aunque hablemos de casos de malnutrición infantil o de que ahora mismo tengamos a miles de familias bajo el umbral de la pobreza.

Pero lo que si es cierto es que cualquier español sensato de clase media tiene “hambre”. Si, amable lector, no crea contradictorias mis palabras porque enseguida le explico en qué consiste dicha “hambre”. Ese español tiene hambre de que sus políticos sean respetados y respetuosos con sus gobernados, que realicen una acción de gobierno llena de sentido común, eficacia, inteligencia y ….¡honradez!; tiene hambre de un estado modesto, solidario y económico que respete todas las libertades y derechos individuales de sus ciudadanos promoviendo y ayudando a quienes puedan crear riqueza, un estado muy participativo con unos impuestos moderados y unos servicios que permitan atender las demandas, sobre todo, de los más débiles; tiene hambre de un poder político que cuide y proteja a los jóvenes con una educación de calidad que a todos satisfaga pues esa es la mejor inversión de futuro; tiene hambre de un estado donde la justicia sea rápida, ecuánime y ejemplarizante, donde nadie se vaya de rositas tras haber cometido un delito flagrante y también donde el error humano tenga su posibilidad de reinserción; tiene hambre de un estado donde el ciudadano se sienta solidario con sus compatriotas y considere un deber contribuir al bienestar de todos; tiene hambre….. porque ahora no tiene nada así.

Y ahora me despierto de ese sueño..... con esa hambre ...y lo malo es que me veo con un cuchillo jamonero muy muy afilado en las manos...…

(Publicado en La Luz de Melilla)