sábado, 25 de agosto de 2018

ESTO DE LA VEJEZ...

   No tengo conciencia de cuándo me empecé a sentir viejo…

   Me dice mi mujer, con todo cariño, “...tú siempre has sido un poco viejo...” y es posible que así sea pues es la que más y mejor me conoce, más incluso que yo a mí mismo. Pero, a fuerza de ser sinceros, no tengo constancia clara de cuando un servidor, dicho sea con perdón, se empezó a sentir “chivani” como diríamos del Cabo de Tres Forcas “pa bajo” o más concretamente “del Gurugú pa rriba”.

   Puede que fuera cuando di aquella conferencia en Magisterio sobre Educación Especial y al final se me acercó una bellísima y sensual chica a decirme “.. yo quiero ser como Vd.” que si bien me dejó anonadamente halagado … aquel “Vd.” me hizo trizas por fuera y por dentro, más que otra cosa porque yo apenas había cumplido los 30 y era la primera vez que alguien joven me hablaba “de Vd”… Puede que fuera cuando me di cuenta practicando Kick Boxing que uno ya no era físicamente aquel alférez de Regulares aunque algo siempre me quedara en el corazón. Puede que también fuera cuando aquel afamado médico traumatólogo me informó/ordenó que a mis rodillas “..se le habían acabado los deportes de salto...” lo cual suponía el abandono de una de las pasiones deportivas de mi vida: la práctica del baloncesto. Puede que fuera cuando jugando al padel con mi hermano, en el único partido en que le estaba ganando y de que manera, mi espalda me diera el primer aviso y cual navaja de Albacete entreabierta tuve que irme a urgencias. Puede que fuera cuando tomé conciencia que mis padres se iban. Puede que fuera cuando me di cuenta que tenía más pasado que futuro. ...En realidad no lo sé.

   Y aquí estamos, cada día más calvo, con una analítica llena de “poquitos”, el pastillero en el bolsillo, lleno de achaques y con una espalda que me ha aumentado, y de que forma, el espíritu contemplativo, es decir, cada día más viejo.

   Llegados a esta etapa uno ha de aprender – la vida siempre es aprender y pobres de nosotros si dejamos de hacerlo – unas cuantas cosas importantes. La primera, es tomar conciencia de que intentar comportarte como si fueras joven o pretender sentirte joven porque así lo mandan las modas es una utopía a veces ridícula y patética que además puede traerte consecuencias nefastas. La segunda, es tomar conciencia de que el tiempo se acaba… y que lo que te queda hay que vivirlo de la manera más maravillosa posible; llenar tu vida de sensaciones. sabores, olores, imágenes bellas, lecturas inteligentes, músicas entrañables, muchas risas y unas pocas lágrimas de alegría y, sobre todo, de la gente que quieres y te quiere … . La tercera, es decir lo que sientes pero decirlo fuerte y claro a la gente que quieres, hacedles saber lo importante que han sido y son  en tus vidas … no irte con la pena de no haber dicho un sincero “… te quiero...”. La cuarta, en relación con la anterior, es pedir algún que otro perdón, seguramente no muchos, pero alguno habrá que te dejará un sentimiento de paz impagable. Y la quinta ..., la quinta es cuidarte de una forma razonable: la vida no es mejor por ser más larga, es mejor cuando se vive con calidad.

   Sé que muchos me dirán que estoy profundamente equivocado, o que quién soy yo para dar estas lecciones… Es lo malo de ser maestro y profesor ( para otro día dejo la diferencia real entre ambos títulos universitarios que por cierto uno, en su modestia, posee) que uno se cree que puede seguir dando un consejo, una pequeña lección siempre con buena intención, sin soberbia alguna, ... para ayudar y alegrar.

   ¡Ay! benditas palabras esas de ayudar y alegrar que mientras ese Señor que por mi barrio unos llaman Dios y otros de forma distinta - que más dará - nos deje algo de consciencia debería ser lo que más nos uniera a bebés.  niños, adolescentes, jóvenes, maduros y viejos… pensionistas y mediopensionistas. Siempre la vida nos depara alguna ocasión o forma para ayudar y alegrar.

   Esa es otra de ser viejos… ¡¡ que no veas cuantas batallitas contamos, aunque sea para ayudar y alegrar !!