sábado, 7 de diciembre de 2024

MÚSICA, MAESTRO...

Hace unos días, mientras pasaba de un canal a otro de tv. me tropecé con esa pesadez diaria que Antena 3 se ha empeñado en emitir a la hora de máxima audiencia de lunes a jueves y que a muchos nos está haciendo cambiar nuestro aprecio por las hormigas… Uno de esos tantos programas repetitivos hasta la saciedad en cuanto a formato y desarrollo, con invitados que ya empiezan a tener el sillón desgastado de tantas veces que han venido a contar lo mismo; un programa que se alarga en el tiempo con decenas de anuncios y que es usado sin misericordia  como plataforma publicitaria para cualquier estreno, creación, …, en definitiva, un programa magazine que si se emitiese una vez a la semana probablemente no produciría el hartazgo que nos produce a no pocos… Pero es la tv. que ahora se hace en todos los canales y la prueba la tienen en que TVE ha decidido emitir, para competir en la misma franja horaria, un programa que no es sino más de lo mismo aunque tal vez con más zafiedad aún y peor gusto.

Pues bien, como decía, mientras pasaba de una canal a otro me paré escuchando una entrevista que el tal Motos hacía a un ¿cantante? al parecer muy popular cuyo último “noséquédisco” lleva una canción que, dicho sea con perdón, repite sin pudor alguno “… iros a tomar por culo …” que, a parte de estar verbalmente mal dicha y escrita, es de una grosería incalificable. Pero, en fin, parece que por escuchar dicha estrofa mucha gente pagará. Cosas de los actuales tiempos.

Como no podía ser de otra manera, apenas terminar de ver y escuchar aquello, me decidí, como casi siempre, a coger el libro electrónico que tengo en la mesita de noche para continuar tranquilamente en la cama leyendo la última novela de Pérez Reverte que me está entusiasmando.

Pero antes, mientras me ponía el pijama y colocaba la almohada extra “de lecturas”, me dio por reflexionar sobre lo afortunado que era por haber disfrutado en mi infancia, adolescencia, juventud y madurez de una música con autores y cantantes de aquellos años en los que no existían éstos y éstas que hoy revientan estadios a base de "cosas" como el llamado “reguetón” con unas letras que más parecen salir de una bragueta que de una boca humana.

Mi mente me regaló entonces los recuerdos de canciones de Alberto Cortez, aquellas maravillosas canciones que llenaban el alma de sentimientos y nos educaban en filosofía para la vida. Aquellas canciones que eran poesía con música que te hacían sentir vivo en una España en blanco y negro… Grande, Don Alberto, que hoy sigue emocionándonos desde el Cielo, pues ya saben que él decía no ser de aquí ni de allá:

Me gusta ir con el verano
Muy lejos
Pero volver donde mi madre
En invierno

Aquella noche, mi mente, estaba generosa y tras el regalo anterior decidió seguir y me trajo a Serrat, Don Juan Manuel Serrat, y aquello de:

Quizá porque mi niñez sigue jugando en tu playa
Y escondido tras las cañas, duerme mi primer amor
Llevo tu luz y tu olor
Por dondequiera que vaya

Para, una vez más,  darme cuenta de lo maravilloso que es haber nacido a orillas del  Mediterráneo.

Al ir a bajar la persiana, nunca del todo, pues soy de los que gustan de dormir con algo de luz, al quedar la habitación en penumbra, recordé aquella actuación de Mocedades en el Auditorium Carvajal donde, como tantas veces sucede en esta decadente ciudad, antes y ahora, se fue el fluido eléctrico y nos quedamos a oscuras. Hecho este que hoy con tanta “música enlatada” y "voces digitalizadas" hubiera provocado la suspensión de la actuación … Pero aquel Mocedades echó mano de unas cuantas guitarras y, ante un publico que iluminaba la noche con sus mecheros, con la inigualable voz de Amaya Uranga empezaron a entonar:

Es bandera de niebla, su poncho al viento
Lo saludan las flautas del pajonal
Y animando a la tropa, por esos cerros
El arriero va, el arriero va


Y muchos jóvenes de aquella época, jóvenes sin apenas recursos pero con el corazón lleno de ilusiones y esperanzas, comprendimos que tendríamos y deberíamos luchar mucho para cambiar aquello de:

“Las penas y las vaquitas
Se van por la misma senda
Las penas son de nosotros
Las vaquitas son ajenas


Aún no había terminado de acomodarme en la cama, cuando me vino un regalo más, esta vez el arte subía de escalón y desde el otro lado del Atlántico,  LA VOZ, la de D, Frank Sinatra, me decía:

Tal vez lloré o tal vez reí
Tal vez gané o tal vez perdí
Más ahora sé que fui feliz
Que si lloré, también amé
Puedo seguir hasta el final
A mi manera

Reconozco que alguna lágrima asomó a mis ojos y una cierta placentera melancolía me invadió antes de “ponerme a charlar” con Don Arturo Pérez Reverte sobre esa Isla de la Mujer Dormida que me tiene fascinado. Tras una hora y media de lectura placentera el sueño comenzó a vencerme y me dije que ya era hora de dormir y a ver si esta noche tenía suerte con los sueños pues no sé si a alguno le pasará lo mismo pero las malas noticias que recibimos día a día también afectan a los sueños convirtiéndolos en pesadillas. Pero aquella noche, la felicidad musical decidió acompañarme hasta llegar a la fase REM y una preciosa canción de Los Beatles me contó al oído que la vida es "The Long and Winding Road", es decir, un largo y sinuoso camino. Escuchar aquella letra aprendida en español, casi dormido, al lado de la mujer de mi vida, me hizo sentir lo afortunado que he sido y soy:


El largo y sinuoso camino que lleva a tu puerta
Nunca desaparecerá, he visto ese camino antes
Siempre me lleva aquí, me lleva a tu puerta


Al día siguiente, la espalda seguía erre que erre dándome molestias, las pastillas de la tensión y la diabetes me esperaban junto al desayuno … pero yo seguí sintiéndome un ser afortunado por haber tenido, hasta en música, los maestros que tuve.

Bendito sea Dios... 

domingo, 10 de noviembre de 2024

CARTA POR MI JUBILACIÓN . 19 de junio de 2021


He tenido esta carta guardada más de tres años. La escribí al poco de jubilarme.  Hoy, las circunstancias de la vida, me recomiendan que no la deje en el cajón en que la tenía guardada. Lo hago sin el menor rencor hacia nadie, simplemente como un testimonio de algo que me hubiera gustado fuera de otra manera ...


No puedo empezar esta carta con un “compañeros”,  primero porque ya no lo somos y en segundo lugar porque tal vez nunca lo hayamos sido en realidad.

He esperado un tiempo más que suficiente para superar la ira que me supuso la forma – y las formas- en que se me obligó a jubilarme de una manera injustificable.

Pero antes de continuar quiero dejar muy claro a quienes sin duda creyeron “vengarse” o causarme algún daño, erraron de forma mayúscula. Si algo tuve claro al poco de jubilarme fue: primero, que me tenía que haber jubilado con 60 años; segundo, que los privilegios que te permite la vida de jubilado valen mucho, muchísimo, más dinero que el que te quitan de la nómina; y tercero, que hay que disfrutar de la vida cuando se llega a una edad porque lo que dejes para después puede que no lo puedas hacer nunca.

Pero, como decía, lo que se hizo conmigo fue cuanto menos injusto y cobarde, demostrándome muy bien que clase de personas tuve como compañeros de trabajo, por supuesto que no todos. Y a ello voy.

Para quienes no lo sepan, o mejor dicho, ni se han interesado por saberlo, el inspector Miguel Heredia – con el que dicho sea de paso jamás tuve una mala palabra ni enfrentamiento pues siempre pensé que la vida había sido muy cruel con él por la muerte temprana de su hijo- “ordenó” al equipo directivo que hiciese un informe en el que se indicara entre otras cosas que “ ese curso no había estado para nada en el Colegio”. A esta supuesta orden me informaron el equipo directivo que “ no les dieron alternativa”    ( ? ). Y mintieron, mintieron porque como se puede demostrar documentalmente yo asistí al Colegio ese curso durante todo el mes de septiembre hasta que en octubre los Servicios de Prevención de Riesgos Laborales del MEFP me dijeron que debía de coger una baja laboral pues con las enfermedades que padecía ( diabetes e hipertensión ) era persona de alto riesgo con la pandemia de covid. NO FUI YO EL QUE TOMARA LA INICIATIVA DE BUSCAR A UN MÉDICO QUE ME FIRMARA UNA BAJA, LO HICE PORQUE ME LO DIJO EL CORRESPONDIENTE SERVICIO DEL MEFP y el médico sólo accedió a dármela, y posteriormente a renovármela, por indicación de estos Servicios de Prevención de Riesgos Laborales. Durante el tiempo de baja laboral pasé dos inspecciones médicas que corroboraron la justificación de mis bajas laborales.

Por otra parte, este inspector, en una actitud canallesca, informó que por mi especialidad no había podido realizar trabajo on line “… y que además yo no lo había solicitado...” cuando el equipo directivo y la orientadora sabían de sobra que había seguido en contacto y apoyando a mis alumnos, y a sus padres, todo el tiempo, por vía telemática y telefónica.

Todo ello lo suscribió y lo firmó “ mi compañera” Sabrina Moh, sin cuya firma nada hubiera sido posible. Y lo que es peor: negándome toda información hasta que la recibí oficialmente…

Y aquí quiero añadir mi total decepción con algún miembro del equipo directivo, cuyo nombre bien sabe él, y es que la vida a veces te demuestra lo importante que es la lealtad de un amigo y su diferencia con un compañero: un amigo nos será leal y nunca nos traicionará porque pensará antes en nuestro bienestar que en su provecho; un compañero, por su parte, no será tan cuidadoso y podrá llegar a usar lo que tú digas para su propio beneficio y para escalar en donde sea que se encuentren... Y así me ocurrió a mí cuando quien yo consideraba mi amigo no tuvo ni el más mínimo gesto de levantar un teléfono y decirme lo que estaba pidiendo el inspector miserable… Siempre me pregunté que tenían esos sillones que tanto valoraban esos culos…

Pero es que aún hubo más, habían más “compañeros y compañeras” del Colegio que sabían lo que estaba pasando y tampoco ninguno me informó de nada. Todos prefirieron callar no fuera que la delegada, “la compañera Sabrina”, se enterase…

De la delegada, antigua compañera, sólo puedo decir que no pudo tener conmigo una actitud más ruin, miserable y cobarde… y mira que me debía algún que otro favor que prefiero no mencionar. Aunque después de ver en lo que se ha convertido entiendo muchas cosas…

Comprenderéis que rechazara cualquier forma de comida o placa tanto del Colegio como de la dirección provincial del MEFP.

Alguna que otra vez, alguien me ha dicho que a ver cuando me daban la comida de homenaje y siempre he pensado lo mal que me podía sentar esa comida con algunos de esos “compis” a quienes en algún ocasión importante fui el único que dio la cara por ellos … Tampoco descarto que tal vez por mi actitud y opiniones tantas veces expresada con la mayor sinceridad y sin la menor hipocresía, muchos de aquellos “compis” , más de los que yo me podía imaginar, me la tenían guardada. Por mi parte, siempre pensé que al final de mi vida profesional, como decía Julio Cortázar: “… hay ausencias que representan un verdadero triunfo...”.

Y así me fui… en silencio, sin pedir ni querer nada pero con la amargura que saberme traicionado de forma injustificable por personas en las que yo confiaba. Creo, sin el menor atisbo de soberbia, que mis 41 años 9 meses y 19 días de entrega total a mi trabajo ( espero que esto no se me niegue nunca ) se merecían algo más…

No puedo terminar sin reconocer que ese “algo más” me lo han dado con creces quienes fueron mis alumnos y sus padres que todavía hoy me paran por la calle para saludarme y agradecerme mi trabajo … sin darse cuenta que el agradecido, el más agradecido, soy yo.

Así fue y así lo cuento, sin ira, sin reclamación a las que renuncié  ni aspiración alguna pues a estas alturas, como decía al principio, sólo puedo bendecir el que me jubilaran para poder disfrutar y hacer tantas y tantas cosas que tenía guardadas en el cajón de mi vida… algunas de ellas sin yo mismo saberlo.

Termino como lo he sido siempre, una persona agradecida: sólo puedo dar gracias a Dios por iluminar siempre mis caminos; a mi mujer por estar en las duras y en las maduras aguantándome a mí y a mi trabajo; y a  los pocos que siempre entendieron lo que significaba la lealtad y la fidelidad.

jueves, 4 de julio de 2024

Hermanos Regulares

 Miro el reloj. Ya casi es la hora. La puntualidad es una de las virtudes castrenses. Saco del armario la percha en la que he colgado antes cuidadosamente el uniforme. Me pongo la camisa que nada más rozarme la piel me devuelve tantas ilusiones de juventud. Apenas me pongo el pantalón, esta vez de color gris como el poco cabello que me queda en la cabeza, me miro al espejo y vuelvo a sentir el orgullo de aquel primer día en el que hace más de cuarenta años me puse por primera vez un uniforme.


El color garbanzo de la camisa y el creciente lunar con los fusiles cruzados en los picos del cuello me llenan de orgullo. Sobre los hombreras rojas, unas estrellas de seis puntas me recuerdan cuanto me costó conseguirlas y cuanto pesa la responsabilidad de tenerlas.

La chaqueta azul marino con el escudo de mi Hermandad cerca, muy cerca, del corazón contradice algo aquellos extraordinarios versos de Calderón pues en esta ocasión, no es que lo sospeche, es que es una realidad que “...el vestido adorna al pecho…”. Los años no pasan en balde…

Para completar mi uniformidad de veterano falta lo más característico, tal vez lo que más nos enorgullece y, si es posible, ennoblece… pero ese, de momento, todavía no me lo pongo.

En el coche pongo una pequeña colección de marchas militares que ejercerán el efecto de acallar mis artrosis o mi dolorida espalda. Ya en el aparcamiento,  me pongo lo que había reservado hasta el último momento: nuestra prenda característica de cabeza, ese rojo tarbush que parece lanzar el grito de ¡Me atrevo! de los leales Regulares.

Mis compañeros me esperan. La mano se eleva marcial y correctamente al primer tiempo de saludo… como hace mas de cuarenta años. Pronto, la camaradería, el afecto, la amistad, el compañerismo que forjó el sagrado juramento a la Bandera que tanto nos une, hará sus efectos. Es el momento de las fotos… y de las ausencias. De vez en cuando, veo a algún hermano mirar al Cielo. No hace falta que diga nada… los echamos de menos aunque siempre sigan pasando lista de presentes entre nosotros.

Toque de llamada, hemos de ocupar nuestro puesto en el acto. Allí, en fraternal camaradería, verán mezclados los tarbush con los chapiris y las boinas azules con las celestes. Tras el saludo militar de ordenanza llegan los abrazos, los sentimientos que unen a quienes juraron derramar su sangre por España, con ellos las risas o el chascarrillo. Hasta que suena atención en el cornetín de órdenes. Todos adoptamos la posición de firmes. Sentimos que los años no han pasado, que dentro de nosotros sigue igual aquel muchacho que por primera vez aprendió esta marcial posición.

Empieza la revista y con ella los actos. El arriado de Bandera nos saca lo mejor de nosotros mismos. Por Ella, lo daríamos todo… antes y ahora.

Suenan los cornetines de órdenes de todas las unidades de la Comandancia General de Melilla. Las mismas consignas, la misma emoción. Luego entonamos “La muerte no es el final”. Miro al Monumento a los Héroes de las Campañas, concretamente a ese soldado en bronce en eterna guardia al Gurugú. Y entonces, llega al agradecimiento. El agradecimiento a tantos jóvenes, tantas vidas que quedaron para siempre en esta tierra, tanta sangre derramada generosamente para que aún hoy día y para siempre, la Bandera Rojigualda siga ondeando orgullosa en nuestra tierra. Y siento otra vez el compromiso, el compromiso que me une a lo que representa ese soldado en bronce, siempre atento, con el arma dispuesto a defender su Bandera… No los podemos defraudar. Ellos, que lo hicieron a lo largo de los tiempos, están también en ese momento formados con nosotros… juntos.

Termina el himno, los guiones y banderines vuelven a sus lugares de honor junto a las Fuerzas que forman. Gloriosas Fuerzas cuyos guiones muestran orgullosos sus laureadas y medallas militares. Lo mejor de los mejores…

Nos recogen los vehículos que nos han de llevar al desfile. El buen humor y las fotos acompañan el tiempo de espera y calman nuestros nervios. Sí, he escrito nervios, los mismo que siempre han recorrido nuestro cuerpo cada vez que sabíamos que íbamos a desfilar ante nuestro pueblo, ante nuestra gente…

Apenas encaramos el principio de la Avenida y suena la Marcha de los Voluntarios. Se me eriza el pelo y no puedo dejar de recordar como siendo un niño mis padres me llevaban a ver aquellos desfiles y como yo miraba admirado a aquellos valerosos soldados del uniforme garbanzo…

Por un momento, me pregunto si aquel niño que fui estaría orgulloso de verme ahora allí, uno de ellos… La respuesta me la da mi pueblo aplaudiendo y vitoreando generosamente a estos viejos soldados. El guion de la Hermandad, rinde honores, como el más aguerrido, a su paso por la tribuna …

Nosotros, una vez más, gritamos al final del desfile:

¡¡ Así son los Regulares !!